Introducción
La enseñanza de las artes marciales chinas en las sociedades contemporáneas atraviesa un proceso de transformación complejo, en el que tradición y modernidad se presentan como dos polos a menudo opuestos, pero también complementarios.
Uno de los desafíos que plantea la enseñanza del Kungfu en el mundo moderno es encontrar el equilibrio entre uno y otro y acomodarse a las tensiones entre la continuidad de los sistemas tradicionales y las exigencias de la sociedad actual.
Además, la globalización, las redes sociales y la tendencia al consumo de lo efímero han supuesto el surgimiento de tendencias fugaces que impelen al practicante actual a “probar mucho de todo sin profundizar en nada”, con la consecuente desvirtuación de la disciplina que esto conlleva.
La enseñanza del Kungfu en el pasado
Hasta hace relativamente poco tiempo (siglo XIX y principios del XX), la transmisión del Kungfu giraba en torno a un pilar fundamental: la relación maestro-discípulo. Ya hemos hablado con anterioridad de esta relación (El Rol del Maestro en la Tradición China), pero sintetizaremos aquí lo más importante.
En la tradición china, el maestro es la puerta al aprendizaje de cualquier disciplina, depositario de la tradición e intérprete de la misma. La relación entre maestro y discípulo se establece de forma similar a la de un padre-hijo adoptivo.
Tomar un maestro, o ser aceptado como discípulo, no suponían únicamente el compromiso de enseñar y de estudiar, respectivamente, sino el establecimiento de una relación próxima que implicaba cuidado, atención y lealtad.
Esta relación a menudo suponía que el alumno realizaba una serie de tareas cotidianas para el maestro, de la misma manera en que ayudaría a un familiar de mayor edad en la realización de ciertas tareas. Por otra parte, el alumno no necesariamente pagaba al maestro económicamente por recibir su enseñanza, pero le servía en las tareas cotidianas y podía asistirle económicamente si la situación lo requería.
A cambio, el maestro no sólo transmitía a su discípulo el conocimiento técnico de su campo de estudio, sino sus valores, disciplina, ética y estilo de vida. Este modelo de transmisión generaba vínculos profundos y una formación integral, pero estaba limitado a círculos reducidos y dependía en gran medida de las circunstancias personales de ambos.
Nuestro maestro, Pun Seon Seoi 潘顺遂.
Esta relación se ha ido transformando con la evolución de la sociedad moderna, no sólo en Occidente sino en la misma China, con la aparición de escuelas comerciales y la debilitación del compromiso del aprendiz con la disciplina.
Creemos que este proceso transformativo es inevitable, y no servirá de nada lamentarse por lo que ya se ha perdido. En lugar de ello, podemos apreciar algunas de las ventajas que ofrece, la primera de ellas relativa a la continuidad de la transmisión.
La fragilidad de la transmisión tradicional en el Kungfu
La transmisión basada en la relación maestro-discípulo, a pesar del romanticismo que podamos encontrar en ella, ha sido generalmente una transmisión frágil a lo largo de la historia, y especialmente en tiempos recientes.
Dicha fragilidad, que ha supuesto la completa desaparición de numerosos estilos de artes marciales, radica en varios aspectos.
Primero, el maestro no era un maestro profesional. Esto quiere decir que, aunque era un experto en la materia, no se dedicaba a la enseñanza a tiempo completo, pues la mayor parte de su tiempo se ocupaba en cubrir sus necesidades de subsistencia. Esto suponía que tenía que dedicarse a actividades ajenas a la práctica marcial para mantenerse a él y al resto de su familia, y enseñaba a sus alumnos en su tiempo libre.
De esta forma, el alumno debía, si quería aprender, acomodar su tiempo a los tiempos del maestro. Era común que el alumno acudiese a casa del maestro para aprender y lo encontrase ausente, o que el mismo alumno, debido a sus propias necesidades de subsistencia, no pudiese coincidir con el maestro en largos períodos de tiempo.
El desligar la enseñanza del Kungfu de los ingresos económicos, además, suponía que el alumno sólo enseñaba a quien quería —a quien era más apto, más dedicado, más leal o más cercano—.
Por otra parte, en muchos linajes marciales ha existido la costumbre de transmitir el sistema completo a un solo heredero. Aunque el maestro transmitía los conocimientos básicos de su arte marcial a todos sus alumnos, guardaba celosamente ciertos aspectos que sólo se transmitían a un discípulo, que heredaría la transmisión y el derecho a enseñar el sistema.
Es obvio que, cuando sólo hay un heredero, la supervivencia del estilo depende enteramente de esa persona; no sólo de su dedicación a la enseñanza, sino también de su salud y de su propia supervivencia. Si el heredero de un linaje moría, se veía incapacitado o por alguna razón no era capaz de transmitir su conocimiento, el sistema entero podía perderse para siempre.
Muchos estilos desaparecieron por esta causa. A veces, no era un sistema completo el que se perdía, sino piezas de éste: el maestro moría sin haber terminado de formar adecuadamente a su sucesor.
Finalmente, y en tiempos más recientes, la desconexión entre entrenamiento y aplicación, motivada por la “deportivización” de las artes marciales, así como por la priorización de aspectos estéticos y de exhibición, inevitablemente ha favorecido la pérdida de conocimiento marcial.
Dicho de otro modo: en los dos últimos siglos, cada vez menos artistas marciales estaban dispuestos a poner en práctica sus habilidades. Esto ha supuesto que, aunque el conocimiento de la “forma” se haya transmitido, el conocimiento de la aplicación real en combate se ha ido perdiendo poco a poco. Sirva a modo de ejemplo lo que ha sucedido con el Tàijíquán 太極拳 (Taichi), un arte marcial que a día de hoy está totalmente desligado de la aplicación debido a su entrenamiento como ejercicio para la salud.
La enseñanza del Kungfu en la actualidad: la profesionalización de la enseñanza
La aparición de escuelas comerciales en la segunda mitad del siglo XIX ha supuesto una transformación de la enseñanza del Kungfu. La aparición de escuelas comerciales ha transformado la relación existente entre maestros y alumnos, cuyos lazos generalmente se han debilitado. Para bien o para mal, estas escuelas aceptan a cualquiera que pague la cuota, lo que supone que la enseñanza es accesible a un mayor número de personas, aunque éstas no se involucren de igual manera que en tiempos pasados.
La debilitación del compromiso de los alumnos con su arte marcial, que se ha convertido en una forma de ocio recreativo o un mero ejercicio saludable, es una consecuencia de la modernidad en que vivimos, y no de la aparición de escuelas comerciales. El Choy Li Fut 蔡李佛 es a día de hoy uno de los estilos más practicados en el mundo debido a que los alumnos de su fundador fueron de los primeros maestros en abrir escuelas comerciales en el sur de China.
Una escuela moderna pierde parte de esa tradición, pero a cambio ofrece una serie de ventajas al estudiante actual:
- Garantiza la posibilidad de recibir la enseñanza en un horario conveniente y sin necesidad de sacrificar su vida personal para adquirirla
- Cualquiera puede unirse (no es necesario ser aceptado, jurar fidelidad, etc.)
- La profesionalización, aunque no garantiza, sí que favorece la aparición de expertos y especialistas: maestros profesionales dedicados al estudio, práctica y enseñanza del Kungfu a tiempo completo, que transmiten su conocimiento a un mayor número de estudiantes, asegurando así la continuidad de sus sistemas marciales.
No obstante, la profesionalización también entraña sus peligros. Antes, la dedicación a las artes marciales estaba motivada por la vocación personal. En contraste, la profesionalización puede conllevar motivaciones más utilitarias, desligadas del espíritu tradicional del Kungfu.
Y no olvidemos que las escuelas actuales están sujetas a las demandas del mercado, pudiendo por ello incluir actividades adicionales ajenas a la tradición marcial china, como Yoga o algunas formas modernas de ejercicio. Si estas actividades proporcionan más ingresos a la escuela que la enseñanza del Kungfu en sí, entonces hemos vuelto al problema original: el maestro no puede dedicar tiempo a la enseñanza porque ha de asegurarse la subsistencia.
Con la profesionalización y las demandas del mercado, aparecen individuos y compañías que se aprovechan del exotismo y el desconocimiento general para engañar. Sirva de ejemplo la cantidad de cursos que prometen formación online en períodos de tres meses para convertirse en instructor de, digamos, Taichi -cualquiera que conozca mínimamente el Taichi sabrá que son necesarios al menos varios años para adquirir una mínima base, que aún no cualifica para enseñar, y por supuesto que dicha base no puede adquirirse online.
Otro aspecto a considerar es la formación pedagógica: un gran practicante no es necesariamente un buen docente. La profesionalización debe conllevar también el desarrollo de competencias didácticas, cosa que a veces se pasa por alto.
El desafío que supone la enseñanza del Kungfu en la actualidad es, pues, equilibrar ambos polos: mantener vivo el espíritu de la relación maestro-discípulo, en el sentido del compromiso con la enseñanza-aprendizaje, y la vocación personal como motor de la práctica, al mismo tiempo que se aprovecha la posibilidad de trabajar como un especialista a tiempo completo en la enseñanza de las artes marciales chinas.
Conclusión
No pretendemos decir que una opción sea mejor que la otra. Simplemente que, sea cual sea la opción que tengamos a nuestro alcance, aprendamos a valorarla y aprovechar lo bueno que aporta. Al fin y al cabo, sin las escuelas profesionales, posiblemente ninguno de nosotros hubiera tenido nunca la oportunidad de aprender Kungfu. Y menos en una ciudad como Zaragoza.
El futuro de la enseñanza del Kungfu dependerá de encontrar fórmulas creativas que integren lo mejor de ambos mundos: la profundidad y el compromiso de la tradición, con la accesibilidad y sostenibilidad que ofrece la modernidad.