Introducción
Todos lo hemos visto o leído en las noticias en los últimos días: el Ministerio de Sanidad de nuestro país ha pasado a considerar el Taichi, junto con otras disciplinas, entre las que también se encuentra el Qìgōng 氣功, como una pseudoterapia. Pero, ¿qué significa esto? ¿Supone entonces la práctica del Taichi algún beneficio? ¿Tiene efectos adversos?
Desde Gwong Zau Kung Fu hemos echado un vistazo al informe que el gobierno ha puesto a disposición el público en la plataforma #coNprueba y queremos comentar algunos puntos que consideramos interesantes.
Terapia y pseudoterapia
Para empezar, tenemos que entender qué se entiende por terapia y pseudoterapia.
Una terapia es, tal y como queda recogido en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, el “tratamiento de una enfermedad o de cualquier otra disfunción”, que puede ser fisiológica o psicológica. Es decir, es un medio de curación o alivio de una enfermedad o de los síntomas que provoca.
Por otra parte, una pseudoterapia es, como se define en el propio informe de Sanidad, una sustancia, producto, actividad o servicio con pretendida finalidad sanitaria que no tenga soporte en el conocimiento científico ni evidencia científica que avale su eficacia y su seguridad (p. 12). Es decir, es algo que pretende presentarse como terapia, sin estar respaldada por estudios concluyentes que determinen sus beneficios como tal.
Cabe resaltar que la consideración de una disciplina como pseudoterapia no niega sus posibles beneficios ni implica una consideración de dicha actividad como nociva.
Asimismo, es también posible que una disciplina que en un ámbito concreto se pueda considerar como terapia, por existir suficiente evidencia científica sobre sus beneficios, pueda considerarse pseudoterapia en un ámbito diferente. Es decir, que el método x tenga efectividad probada en el tratamiento de la enfermedad y, pero que no se haya probado su efectividad en el tratamiento de z.
Entonces, ¿por qué es importante esta distinción?
Como indica la Organización Médica Colegial de España, el riesgo de promover una disciplina pseudoterapéutica como terapia, es inducir al paciente a la creencia de que la técnica/terapia funciona per se, con el consecuente riesgo de que la convierta en su primera o única elección ante un problema de salud.
Se entiende, por tanto, que una pseudoterapia puede utilizarse como apoyo o asistencia adicional pero que, según un criterio médico, no debe ser el tratamiento principal, ni el único, ante una enfermedad o problema de salud.
Qué es el Taichi
El Taichi o Tàijíquán 太極拳, como preferimos llamarlo, no es, como dice el informe del Ministerio de Sanidad, una disciplina milenaria, ni mucho menos. El Tàijíquán es un arte marcial que se originó en China hace unos 400 años, como mucho. De hecho, al principio ni siquiera se llamaba Tàijíquán, sino Boxeo Suave (Róuquán 柔拳) o Boxeo del Algodón (Miánquán 棉拳). El nombre de Tàijíquán es posterior.
A grandes rasgos (no pretendemos extendernos aquí sobre la historia de este arte marcial), durante los primeros cien o doscientos años, el conocimiento de este arte estuvo limitado a un pequeño número de personas, pertenecientes al clan familiar de su fundador, y en un área geográfica muy concreta: principalmente la aldea de Chénjiāgōu 陳家溝.
No fue hasta el siglo XIX cuando Yáng Lùchán 楊露禪 se las apañó para, sin pertenecer al clan Chén 陳, ser aceptado como discípulo y aprender el arte. Se considera a Yáng Lùchán como fundador del estilo Yáng de Tàijíquán 楊氏太極拳, sin duda el estilo más extendido y conocido hoy en día a nivel global.
Yáng Lùchán 楊露禪.
En la época de Yáng Lùchán, el Tàijíquán era todavía un arte marcial. El propio Lùchán, así como sus hijos, estuvieron a cargo de la instrucción de la guardia imperial en la corte de Běijīng 北京. Aunque no sabemos a ciencia cierta cómo era el Tàijí que practicaban éstos, podemos suponer que se asemejaba al estilo de la familia Chén, de la que Yáng Lùchán aprendió. Esto es, alternando movimientos lentos con otros rápidos y explosivos y con un espíritu claramente marcial.
Fue el nieto de Lùchán, Yáng Chéngfǔ 楊澄甫, quien adaptó los movimientos del Taichi al público moderno: suavidad, lentitud, velocidad homogénea, sin explosividad, sin saltos ni movimientos que requieran una gran capacidad física.
Esta adaptación es fruto del cambio de los tiempos: el rechazo a las artes marciales tradicionales durante la Revolución Cultural y por parte del gobierno de la China comunista, que las veía como vestigios de un régimen feudal; el incremento de la seguridad en una sociedad donde ya no era frecuente tener que defender la propia vida de posibles agresores; el aumento de la educación y la industrialización y el surgimiento de la necesidad de ejercicio suave para las clases educadas y trabajadoras, etc.
Aunque existen otros estilos, el Taichi de la familia Yáng o, mejor dicho, el Taichi de Yáng Chéngfǔ, es el que más se popularizó, tanto en China como posteriormente en Occidente. Ante la falta de necesidad de conocimientos marciales en la sociedad moderna, la gente lo practicaba por los beneficios percibidos sobre la salud física y el equilibrio mental.
Yáng Chéngfǔ 楊澄甫.
El propio gobierno chino impulsó activamente la práctica de Tàijíquán como forma de promover la salud pública de forma económica. De esta forma, en los años cincuenta del siglo XX, el Ministerio de Salud de China reunió a un grupo de maestros de Tàijíquán para desarrollar una forma simplificada con la que se pudiera iniciar a un creciente número de principiantes (la forma original es bastante larga y difícil de aprender y memorizar). Fue así como se creó la forma de 24 movimientos, seguramente la forma más conocida y practicada de Taichi en todo lo ancho y largo del mundo.
¿Es el Taichi una terapia?
Pero volvamos al informe de Sanidad. En éste se dice: a pesar de su empleo milenario, esta terapia carece de suficiente evidencia científica que avale la seguridad y la eficacia, como para establecer su indicación clínica de forma clara, no siendo posible describir las opciones terapéuticas habituales de referencia. (p. 14)
Claro, porque, como hemos visto, el Taichi, en principio, no es una terapia, ni lo ha sido hasta este momento. El Tàijíquán es un arte marcial que se está perdiendo como consecuencia de un cambio, de alguna manera natural, en la sociedad moderna, más segura, y en la mentalidad de la población, que ha pasado a valorar más los beneficios que supone la práctica para la salud sobre la utilidad marcial que pudo tener y que actualmente tiene.
Olvidamos a menudo que las artes marciales ni siquiera son deportes, es decir, no les concierne poner en forma o mejorar la salud del practicante, sino enseñarle a ser eficiente en el manejo de su cuerpo en un ámbito de autodefensa.
Son, desde luego, un medio para promover la salud, como lo es el ejercicio físico del tipo que sea y, por supuesto, pueden resultar en muchos casos terapéuticas. También puede resultar terapéutica la meditación, el contacto con la naturaleza, las actividades de riesgo como el puénting y, por qué no, el salir a tomar unas cañas con los amigos. De hecho, incluso las drogas más nocivas tienen usos terapéuticos.
Por ello, y por los beneficios sin duda percibidos por la gran mayoría de practicantes de Taichi, consideramos que se puede hacer un uso terapéutico de la disciplina, y creemos que su potencial a este respecto no es poco. Una persona se puede inclinar hacia esta disciplina u otra en función de diferentes motivos. En lo que respecta al Taichi, puede ser una forma de mantener o mejorar la salud y de prevenir lesiones, una herramienta de defensa personal, una forma de adquirir calma mental, consciencia corporal y mejorar hábitos posturales e, incluso, un camino de autoconocimiento.
Los beneficios reconocidos y efectos adversos
Tras definir el Taichi, el informe técnico de Sanidad pasa a revisar una serie de estudios realizados en Occidente, tanto en español como en inglés, para los que encuentra una amplia lista de problemas metodológicos en el diseño, realización y evaluación de los resultados (p. 67), que se traducen en una alta probabilidad de sesgo y, por tanto, de que el resultado de los estudios no sea fiable.
A esto añade el reconocimiento de ciertas dificultades de estudiar el Tàijí: Además de existir una gran variedad de tipos, existe también gran variabilidad en la intensidad del ejercicio, la duración de las sesiones, el lugar donde se realiza, el tipo de participante y su experiencia, además de las relacionadas con la medición del beneficio clínico asociado al objeto del estudio (p. 14).
A pesar de ello, concluye que el Tai-Chí como actividad física realizada en diversas patologías, sobre todo las del área osteomuscular, resulta beneficioso respecto al bienestar percibido y a la reducción del dolor. En las patologías no directamente relacionadas con el aparato osteomuscular, los datos pueden ser positivos, a pesar de las limitaciones de los estudios y su diseño, en la mejoría de algún aspecto de la calidad de vida de los pacientes con cáncer, demencia, deterioro cognitivo e insomnio. También se encontraron beneficios en la rehabilitación del ictus y el EPOC equiparables al ejercicio. No se ha podido demostrar beneficio en la esclerosis múltiple ni en la esquizofrenia. Todo ello, dadas las características del tipo de ejercicio, con un riesgo bajo de efectos adversos. Aun así, hay una clara infra notificación de dicho aspecto en los estudios evaluados (p. 70; la negrita es nuestra).
Un poco más abajo, añade: La mejoría percibida o el efecto neutro del Tai-Chí en diversas patologías, cuando se compara con otras modalidades de ejercicio adecuado al problema tratado, sugiere que el beneficio va ligado a la realización de una actividad física en estos pacientes (p. 70; la negrita es nuestra).
Entre los pocos efectos adversos que se notifican en algunos de los estudios analizados, aparece (poca sorpresa) el dolor de rodilla. Ya hemos hablado en otra ocasión de la relación existente entre la mala práctica del Taichi con el dolor de rodilla, y de cómo éste es fácilmente evitable manteniendo una serie de principios desde el comienzo de la práctica; para ello es importante la supervisión de un maestro cualificado.
El problema de la energía
Un problema que surge cuando se importa una disciplina de una cultura muy diferente a la nuestra, como es la china, y que basa sus beneficios en una medicina (la Medicina Tradicional China, Zhōngyī 中醫) cuyos paradigmas son completamente extraños a nuestro modo de pensar, es que se corre el riesgo de tergiversar y malinterpretar todo o, como poco, de confundirnos ampliamente.
Consideramos que un problema importante en el mundo del Taichi en la actualidad es la utilización de una jerga esotérica, relativa al qì 氣 o "energía vital", en vez de usar términos como estructura, alineación y mecánica que, por sernos familiares, son más fácilmente comprensibles y, además, son científicos.
Si la energía que fluye por nuestro cuerpo, concebida como la energía vital que todo lo permea, tiene algún efecto o no sobre la práctica del Tàijíquán o sobre nuestra salud, es algo que nos puede confundir y desorientar, descarriando nuestra práctica.
Cuando el practicante busca “canalizar la energía”, “abrir los meridianos energéticos” o alcanzar ciertas habilidades por algún medio esotérico o espiritual, se está distrayendo y apartando de practicar lo que verdaderamente es relevante: relajar el cuerpo, alinearlo correctamente, involucrar la musculatura apropiada, respirar de una determinada manera, etc.
Figura usada en Medicina China para representar los meridianos energéticos del cuerpo humano.
El hecho de que la energía vital pueda jugar un papel o no, desde nuestro punto de vista, no es relevante. Para ilustrar esto, vamos a poner un ejemplo al que habitualmente recurrimos en nuestras clases. Supongamos que, en mitad de una agradable conversación con un compañero de Taichi, de repente, le soltamos un puñetazo y le partimos los labios. El compañero, justamente enojado, nos grita y se encara con nosotros, preguntándose qué diablos está pasando y acordándose de toda nuestra genealogía.
En ese momento, nosotros nos mostramos sorprendidos y le decimos que, en realidad, no le hemos tocado. Podemos imaginarnos su enfado yendo en aumento, con toda certeza preguntándonos si le estamos tomando el pelo o estamos chalados. Pero, ciertamente, hemos dicho la verdad: no le hemos tocado. La física cuántica lo sabe: los átomos de nuestro puño no han tocado los átomos de su cara, porque los electrones se repelen.
Dejando de lado el hecho de que hablar de “tocar” a nivel cuántico no tiene sentido, ya que los átomos no son masas sólidas, esto es un hecho, y es ciencia, pero lo cierto es que no es relevante y, visto así, resulta ridículo. Te dan un golpe, y duele; eso sí es relevante, y hablar de la repulsión de los electrones, o de la energía vital, es hacer demagogia.
Entonces, debemos enfocar nuestra práctica a cuestiones relevantes en ella como las ya mencionadas alineación y mecánica de los movimientos, cambios de peso correctos, respiración, etc, y dejar de preocuparnos de si la energía se canaliza o no se canaliza por los meridianos en la dirección apropiada porque, en definitiva, no tenemos un medio de corroborar ese hecho (estamos hablando de “energía vital”, no de energía cinética u otro tipo de energía cuantificable que sí podría ser relevante).
Y, volviendo al informe, podemos suponer que es efectivamente este tipo de explicaciones las que rechinan: Según esta disciplina estos ejercicios están basados en los conceptos holísticos de salud de la Medicina Tradicional China, y según ésta, inducen la circulación de la energía vital (Chí) a través de los canales de energía distribuidos por todo el cuerpo, actuando como una forma de auto masaje de gran efectividad en los órganos internos, el sistema muscular y la estructura ósea. Según algunos defensores de esta disciplina uno de sus mayores beneficios es que puede reducir y eliminar los bloqueos energéticos que causan dolores y enfermedades, aunque en este punto hay mucha controversia (p. 13).
Y de nuevo: La hipótesis de que el Tai-Chí, a través de los ejercicios, «aumenta el chi en el cuerpo» y el practicante debe llegar a estar en condiciones de percibir y finalmente controlar el poder chi no ha sido demostrado en ninguna de las publicaciones analizadas, y por tanto la creencia de que esta disciplina sirve a la salud y al control corporal a través de una especie de flujo energético, que se puede hacer circular en el cuerpo y enviar a determinadas partes de este, modificando el proceso patológico no puede ser evaluado ni mostrado en esta revisión (p. 67; la negrita es nuestra).
A este respecto nos gusta también recordar que Buda, cuando sus discípulos le preguntaban sobre cuestiones metafísicas como si el universo es finito o infinito o la naturaleza del Brahman, se negaba a responder por considerar dichas cuestiones irrelevantes para su práctica. A Buda le concernía el sufrimiento, y lo que proponía era un método para liberarse de él y, a ese efecto, las cuestiones metafísicas son irrelevantes y de hecho constituyen una distracción y, por tanto, un obstáculo para la práctica.
Conclusión
Atando todo lo dicho hasta ahora, la jerga esotérica de la energía ha sido utilizada a menudo para vender el Taichi como una panacea mágica, que cura y mejora nuestra salud no sabemos por qué medio. Y, cuando una persona está desesperada por un problema de salud que no se resuelve, necesita creer en lo que sea. La consecuencia lógica es que venga Sanidad a recordarnos que esa afirmación no está probada.
Pese a ello, sí que se reconocen ciertos efectos positivos en el tratamiento de diversas patologías, sobre todo en el área osteomuscular, en el bienestar percibido y la reducción del dolor. También se reconocen posibles beneficios en otras áreas, así como un riesgo bajo de efectos adversos.
En definitiva, el Taichi es y seguirá siendo una buena forma de mantener y mejorar la salud en general, pero son necesarios más estudios científicos bien diseñados, que arrojen luz sobre las patologías o lesiones sobre las que presenta efectos positivos y sobre las que no tenga efecto o pueda ser contraproducente.
2 comentarios en «El Taichi, ¿Terapia o Pseudoterapia?»
Excelente artículo.
Capaz de argumentar los beneficios de este arte huyendo de premisas esotéricas.
¡Gracias Jacinto!