¿Son las Artes Marciales Útiles para Defenderse?

Introducción

Cada practicante acude a las artes marciales por diferentes razones. Unos buscan un ejercicio para ponerse en forma, otros, liberar estrés, y otros una forma de desarrollo personal o, incluso, un camino espiritual -todas son razones igualmente válidas-. Finalmente, no son pocos aquellos que acuden a un determinado arte marcial buscando aprender una manera de defenderse. Pero, ¿son las artes marciales útiles a tal efecto?

En este artículo queremos explorar diferentes dimensiones para responder a esta pregunta.

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¿Son las artes marciales útiles para defenderse?

Bueno, como sabéis, somos una escuela de artes marciales, así que podéis intuir por dónde va a ir nuestra respuesta. Pero no todo es blanco o negro.

Tanto las artes marciales, así como los sistemas de defensa personal y los deportes de combate, cubren una serie de habilidades que son útiles a la hora de defenderse de una agresión, pero también tienen una serie de limitaciones que es importante conocer, ya sea para poder paliarlas o para, en todo caso, estar prevenidos al respecto.

A continuación, vamos a examinar una serie de puntos relevantes para entender la utilidad de las artes marciales en el ámbito de la defensa personal:

1) Ningún entrenamiento es realista

Ninguna forma de entrenamiento, de ningún arte marcial, ni de ningún deporte de combate o sistema de defensa personal, es completamente realista, si bien puede acercarse o distanciarse a la realidad en cierto grado.

La única manera de prepararse para la violencia real es vivirla de primera mano con regularidad. Policías, guardias civiles, delincuentes, gángsters, tienen contacto con la violencia real o, al menos, con algún tipo de violencia, ya que existen diferentes tipos y cada uno puede tener sus particularidades. Por ejemplo, no es igual la violencia que se ejerce en una pelea entre borrachos en un bar que la violencia que ejerce un violador sobre una mujer sola en un callejón oscuro.

Pero entrar a examinar los diferentes tipos de violencia se sale del enfoque de este artículo. Quedémonos simplemente con que sólo la violencia real prepara para la violencia real. Y esto es así por la sencilla razón de que, en una escuela de artes marciales, dojo, ring, etc., el oponente que tenemos enfrente no quiere realmente hacernos daño. Y aunque sus golpes puedan doler, su intención no es realmente la de atentar contra nuestra vida.

Pero también hay otras razones de gran relevancia. Cuando una persona acude a una escuela de artes marciales, espera que le traten bien y no que se le utilice como saco de boxeo. Por tanto, cualquier entrenamiento que hagamos, incluye desviaciones de la realidad de la violencia.

Estas desviaciones pueden concretarse en el uso de una distancia no realista, un timing o velocidad no realistas, una potencia no realista, o en el uso de protecciones como guantes, cascos, bucales, etc., que nunca están presentes en un enfrentamiento real. Todas estas desviaciones son importantes por nuestra seguridad.

De forma que cuando entrenamos sparring a mano desnuda con un compañero, podemos ir rápido y preciso, pero sin potencia y, en cambio, para entrenar la potencia golpeamos al saco, que no se mueve por sí mismo. Es un ejemplo. Cada ejercicio cubre un aspecto. Han de entrenarse ejercicios diferentes para cada uno de los aspectos a desarrollar (velocidad, potencia, distancia, timing, precisión, etc.). Pero nunca los aplicamos todos a la vez en el mismo ejercicio, porque el riesgo de lesionarnos nosotros o a nuestro compañero es muy elevado. Pero en una situación real, uno tiene que englobar e integrar todos estos aspectos a la vez, cosa que nunca se hace sobre el tatami.

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2) Debe realizarse un entrenamiento específico a tal efecto

La práctica de un arte marcial, per se, no enseña a defenderse, a no ser que se haga un entrenamiento enfocado a ello. Por ejemplo, muchos estilos de artes marciales dedican innumerables horas a la realización de formas o katas bajo la ilusión de que ese entrenamiento por sí mismo enseña a pelear. ¡Cuánta inocencia!

Estas formas o katas enseñan al cuerpo a moverse de manera coordinada y eficiente, habilidades en verdad muy útiles, pero no suficientes por sí mismas.

Como hemos anticipado en el punto anterior, se debe realizar un entrenamiento que cubra el máximo rango posible de habilidades que vamos a necesitar y, para ello, hace falta una metodología y una planificación cuidadosa que, muchas veces y lamentablemente, está ausente en ciertas escuelas de artes marciales tradicionales.

A este respecto, si uno quiere practicar un arte marcial con miras a adquirir habilidades para defenderse, debe buscar un instructor que enseñe con un enfoque funcional. Nótese que hemos dicho instructor, y no estilo, ya que cualquier estilo es útil cuando se enseña correctamente, y cualquier estilo puede ser absolutamente inútil cuando no.

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3) Cada disciplina cubre una parcela de la realidad

Las artes marciales son conocimiento especializado. Así, algunos estilos son especialistas en golpeo, otros en luxaciones y control articular, otros en derribos, otros en lucha de suelo… Todas ellas son áreas de la realidad con las que podemos enfrentarnos en una situación real. El conocimiento que se adquiere en ellas es invaluable, pero se ha de mantener en la cabeza que es sólo una parcela, y que ningún estilo cubre todas las parcelas de la realidad.

Con esto no queremos decir que sea necesario practicar siete u ocho estilos diferentes, ya que, en tal caso, sólo se puede aspirar a adquirir un conocimiento muy básico de cada uno de ellos. Los maestros del pasado dedicaron sus vidas a perfeccionar a menudo un solo estilo, ¡incluso a veces una sola técnica! Qué pretencioso suena el autoproclamarse maestro de cinco estilos.

Tampoco es necesario encerrarse en un solo estilo. Si uno quiere de verdad aprender a defenderse de una agresión real, a menudo es necesario complementar. Por ejemplo, la mayoría de estilos de Kungfu tradicional cubren una amplia gama de habilidades que van desde el golpeo y el pateo a la lucha con armas, pasando por el control articular y los derribos o proyecciones. Son muy completos, pero carecen de lucha de suelo. Quizás, un buen complemento para un practicante de estos estilos que busque aprender a defenderse bien, sería un estilo de lucha de suelo.

También es posible que estemos satisfechos con nuestro estilo y no deseemos complementar. En tal caso es importante mantener en mente las limitaciones que esto supone, para no llevarnos una sorpresa el día que (ojalá que no) nos veamos obligados a defendernos o, en todo caso, para saber llevar el encuentro al terreno en el que estamos más cómodos.

 

4) Las artes marciales pueden estar descontextualizadas

Todos los estilos de artes marciales tradicionales han sido utilizados en el pasado por gente que se enfrentaba a situaciones violentas más a menudo de lo que nosotros lo hacemos ahora. Si estos estilos han llegado hasta nuestros días, es signo de que funcionan o, al menos, han funcionado en el pasado.

Como la mecánica del cuerpo humano, con la que trabaja todo arte marcial, es la misma ahora que hace trescientos años, podemos concluir que lo que servía en el pasado ha de servir también ahora… con una pequeña puntualización: aunque la mecánica del cuerpo es la misma, la realidad de la violencia es diferente en diferentes contextos tanto culturales como históricos. Lo que significa que un arte marcial puede quedarse desactualizado.

Un ejemplo obvio. Muchos estilos tradicionales incluyen lucha con armas como palo largo, lanza, sable y espada. Claramente, estas habilidades eran útiles en la sociedad de la época en que estos estilos se desarrollaron, pero no concuerdan con la realidad de la violencia en nuestra sociedad actual, donde las posibilidades de defendernos con una espada son virtualmente cero.

Esto no significa que estas habilidades dejen de ser útiles. Las habilidades de lucha con estas armas pueden transferirse al uso de un palo corto, un bastón, un paraguas, una tubería, una banqueta de bar… Sin embargo, claramente, no son la forma más directa de adquirir conocimiento adaptado a la realidad de la violencia actual.

Por tanto, cuando acudimos a un arte marcial con pretensiones de aprender a defendernos, debemos cerciorarnos que dicho arte incluye un sistema sólido y congruente de lucha a mano vacía, o puede enseñarnos a defendernos utilizando objetos cotidianos de nuestro entorno.

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5) El aprendizaje requiere tiempo

Generalmente, un arte marcial tradicional tiene una curva de aprendizaje bastante lenta. Es decir, el aprendizaje de las habilidades que dicha disciplina pretende transmitir requiere de un tiempo largo. Quien acude a un arte marcial con intención de aprender a defenderse debe tener esto en mente.

Algunos deportes de combate, como el boxeo, cubren las habilidades básicas en un tiempo generalmente más corto. Es por eso que -siempre, generalmente-, un boxeador amateur golpea mejor que un artista marcial de nivel medio-bajo. A cambio, el artista marcial seguramente ha desarrollado un mayor rango de habilidades: golpeo, pateo, derribos, luxaciones, entrenamiento con armas, etc., si bien aún no es capaz de aplicar estas habilidades de manera efectiva.

No existe una manera objetiva de decidir cuál de estos dos caminos es mejor; la decisión depende de las preferencias personales de cada individuo. Pero lo que está claro es que, cuando alguien se inicia en un arte marcial, es importante estar dispuesto a dedicar tiempo para la adquisición de habilidades de defensa personal.

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6) Las oportunidades se encuentran, no se buscan

Una de las mejores capacidades que pueden desarrollarse en las artes marciales y en defensa personal es la de aprovechar aquello que el oponente nos está ofreciendo. Cuando nos movemos, no importa lo bien que estemos ejecutando nuestra técnica, nos exponemos. Siempre hay alguna parte de nuestro cuerpo que está expuesta (aunque obviamente la idea es minimizar esta exposición), y saber reconocerla y explotarla a nuestro favor es muy valioso.

Esto lo decimos porque mucha gente considera que ciertas técnicas de las artes marciales no son realistas. Quizá, lo que no es realista es el método, por las razones que hemos explicado más arriba, y hemos visto por qué ningún entrenamiento es cien por cien realista.

La cuestión radica en reconocer aquello que el oponente nos está “ofreciendo”. Pongamos un ejemplo: cuando uno va a aplicar una luxación al codo y el oponente se da cuenta y lo impide, flexionando el codo, su acción abre otras posibilidades, como una luxación al hombro o un derribo. Un practicante medio se quedará apegado a la idea de luxar el codo y entrará a una lucha o forcejeo por aplicar la técnica, lucha que no es para nada funcional. Pero un practicante avanzado está desapegado y sabe reconocer las otras posibilidades, tomando aquella que se presenta en el momento apropiado. Por lo tanto, todo conocimiento es valioso y útil si se sabe reconocer el momento adecuado para aplicarlo.

 

Conclusión

Como hemos visto, las artes marciales (al igual que otras disciplinas de combate) tienen una serie de limitaciones que es necesario entender. Esto no significa, para nada, que no sean útiles. Muy al contrario: todos los estilos proporcionan un conocimiento invaluable a la hora de defenderse de una agresión, y de hecho han sido utilizados con éxito por personal de seguridad y fuerzas del estado, pero siempre es necesario que el entrenamiento se enfoque a la aplicación de estas habilidades mediante una planificación para ello.

Por otra parte, ninguna técnica o estilo nos puede garantizar salir ilesos de una agresión, pero sin duda puede aumentar nuestras posibilidades de sobreponernos a nuestro oponente.

Las preferencias por un estilo o método concreto dependen en gran parte de cada persona, pero, sobre todo, si lo que queremos es aprender a defendernos, es importante encontrar un maestro o instructor que tenga un enfoque funcional de la disciplina que practica.

 

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