Cada golpe es único, y no volverá a repetirse.
Las artes marciales orientales, además de a la ética, están ligadas de alguna manera a la espiritualidad. Muchos estilos marciales están directamente influidos por ciertos sistemas filosófico-religiosos, como el Choy Li Fut 蔡李佛 por el budismo de Shaolin, o el Tai Ji Quan 太極拳 por el taoísmo. Algunos de ellos incorporan prácticas de meditación en diferentes formas, pero incluso aquellos que no lo hacen de manera directa, llevan aparejado en su práctica un importante componente meditativo.
La meditación es simplemente un proceso atencional; se define por el hecho de centrar nuestra atención de manera intencional y consciente en algo que está teniendo lugar en el momento presente. Este foco donde poner la atención puede ser la respiración, las sensaciones corporales, la audición; en general, cualquier aspecto de la realidad que esté teniendo lugar aquí y ahora. Esta atención puede ser inclusiva, si se amplía el foco para abarcar un mayor rango de realidad presente, o exclusiva, cuando se concentra en un rango más estrecho de la realidad excluyendo todo lo que queda fuera.
Todo artista marcial desarrolla en su práctica esta atención plena.
Esta atención es aplicable a cualquier aspecto de la vida cotidiana. Uno entra en un estado de meditación o atención plena cuando está totalmente centrado en la actividad que está realizando en este mismo instante, ya sea fregar la vajilla, pintar un cuadro o simplemente respirar, dejando fuera todo pensamiento perteneciente al pasado o al futuro. Meditar significa estar presente, y tiene más que ver con el sentir que con el pensar.
Todo artista marcial desarrolla en su práctica, ya sea de manera consciente o inconsciente, esta atención plena. Durante la práctica, la atención debe estar plenamente centrada en el cuerpo, en el movimiento, en la respiración, y no debe existir nada más. Alguien que mientras entrena está pensando en lo que le ha ocurrido durante el día, o en las tareas que ha de hacer después, está “ausente” en su práctica, y esta persona no será capaz de alcanzar la maestría en el arte, de alcanzar el Gong Fu.
El Kung Fu ha de convertirse pues en una meditación en movimiento, y ha de servir para desarrollar la atención en el momento presente. Esta atención ha de ser trasladada después a todos los ámbitos de nuestra vida diaria. La felicidad se basa en estar presente, ya que la angustia es provocada por los pensamientos sobre el futuro o el pasado, por comparar lo que “es” con lo que “debería ser”. Si somos capaces de utilizar nuestro Kung Fu para alcanzar este grado de presencia, entonces la práctica marcial se convierte en algo espiritual, en una actividad que eleva al ser humano por encima de sus pensamientos para fusionarlo con el momento presente.
En el entrenamiento marcial es necesario practicar innumerables repeticiones de los movimientos y golpes para lograr adquirir la memoria muscular y la excelencia técnica en cada uno de ellos. Muchos estudiantes encuentran tediosas estas repeticiones; estas personas no alcanzarán un grado alto de habilidad en el arte marcial. La más alta concentración es necesaria en cada una de las repeticiones; cada golpe requiere la máxima presencia.
Cuando entrenábamos en clase diferentes series de golpes al aire, con incontables repeticiones, mi maestro Pedro Rico solía decir: “Cada golpe es único, y no volverá a repetirse”. Siempre he encontrado en esta frase la más alta enseñanza budista: cada instante es único; cuando uno deja de estar presente por un momento, ese instante ya se ha esfumado y nunca más podrá recuperarlo. La vida es efímera; para vivirla es necesario abandonar pasado y futuro y habitar en el presente.
La persona ordinaria cree que cada golpe es igual que el siguiente, y como prevé un incontable número de repeticiones, deja pasar la mayoría de ellas sin estar presente más que quizá en unas pocas. El verdadero artista marcial pone mente y corazón en cada golpe, y a través de la atención encuentra aquello que hace a cada uno único e irrepetible, mejorando así la técnica en cada movimiento, y no dejando pasar un solo instante sin estar presente. Además, esta persona alcanzará a través de su práctica marcial una alta cualidad espiritual.
Para llegar a alcanzar el Gong Fu, debemos pues encontrar en cada serie, en cada repetición, una oportunidad única de mejorar, y practicar meditación como una actividad separada, pero también como una actividad indisoluble del resto de actividades cotidianas. Porque, quizá, no existe el golpe perfecto, pero sí la presencia perfecta.
2 comentarios en «Kung Fu y Meditación»
Excelente y muy clarificador.
Hay muchas frases que clarifican esto…
«La repetición hace… tontos».
Esta me gusta. Pero se debe contextualizar. En las artes marciales se repite mucho la misma técnica. Pero cada repetición debe tener el espíritu de «movimiento único». La repetición, sin más, se convierte en rutina y sólo consigue afianzar patrones incorrectos y alejarnos de la atención plena. «Repetir sin repetir», serían más «Chan».
Sigue escribiendo. Me gusta porque lo haces muy ameno y sencillo.
¡Gracias Jacinto!
Estoy de acuerdo contigo, la repetición sin atención y sin una guía clara de adónde apuntar es más destructiva que constructiva.
Un placer leerte por aquí.
Un abrazo.