En todos los círculos de Artes Marciales Chinas está arraigada la creencia de que fue Bodhidharma, a quien los chinos llaman Dámó 達摩, quien transmitió a los monjes de Shàolín 少林 el budismo Chán 禪 y les enseñó ciertos ejercicios físicos que posteriormente darían lugar al Kung Fu de Shàolín. Sin embargo, y aunque la existencia de Bodhidharma parece estar documentada, la leyenda de su relación con el Kung Fu está basada en una larga tradición oral sin base histórica, y no disponemos de ninguna prueba fidedigna de su veracidad.
Como ya vimos en nuestro artículo Las Artes Marciales Chinas antes de Shàolín, en China ya existía una larga tradición marcial antes de la llegada de Bodhidharma al monasterio en el año 520. Se sabe, asimismo, que los monjes practicaban jiǎo dǐ 角抵, una forma lúdica de combate, y que algunos monasterios poseían armas para defenderse de los ataques de bandidos. Además, el monasterio del monte Wǔtái 五台 era ya famoso por sus artes marciales, y se sabe que sus monjes lucharon contra los invasores jurchen, un pueblo tungús de Manchuria conocido en China como nǚzhēn 女眞, que terminarían fundando la dinastía Jìn 晉.
Registros históricos sobre Bodhidharma
Como señalan Acevedo, Gutiérrez y Cheung en su libro Breve Historia del Kung-Fu, basándose en los estudios de diversos historiadores tanto chinos como occidentales, los relatos sobre Bodhidharma son contradictorios. Si bien se cree que fue un monje de origen indio, algunas fuentes lo citan como proveniente de Persia. Asimismo, los textos existentes de autores contemporáneos a Bodhidharma, ubican su actividad, o bien en el monte Sōng Shān 嵩山, donde se emplaza el templo de Shàolín, pero sin hacer referencia a éste, o bien en el monasterio de Yǒngníng 永宁寺, en Luòyáng 洛阳.
Pintura china representando a Bodhidharma
El primer texto que relaciona a Dámó con Shàolín es el Chuán Fǎ Bǎo Jì 傳法寶紀, Registro Precioso de las Transmisiones del Dharma, escrito casi doscientos años más tarde de su vida. Los monumentos más tempranos dedicados a su figura en el propio templo datan también del s. VIII, y es a partir de esa misma época cuando empiezan a aparecer otros textos asociando su figura con el templo, asociación que se irá consolidando a lo largo de los años.
Sin embargo, la atribución de conocimientos marciales a Bodhidharma no se produce hasta más de mil años después, en el Yì Jīn Jīng 易筋經 o Clásico del Cambio del Tendón, un tratado que recoge los famosos ejercicios de Qì Gōng 氣功 conocidos por el mismo nombre y a los que se atribuyen aplicaciones marciales. La leyenda cuenta que Bodhidharma dejó a los monjes una serie de textos entre los que figuran el Yì Jīn Jīng y las Manos de los Dieciocho Luohan, entre otros. Sin embargo, el primero es el único que ha llegado hasta nuestros días. En él, el autor, un monje taoísta del s. XVII llamado Zōng Héng 宗衡, atribuye el texto a Bodhidharma, como personaje legendario, con la intención de aportar credibilidad a su obra, una práctica que era muy común entre los antiguos escritores chinos. Siguiendo el razonamiento de Acevedo et al., que citan al profesor Meir Shahar, la atribución de conocimientos marciales a Bodhidharma se debería al desconocimiento por parte de Zōng Héng del hecho de que los propios monjes ya atribuían a su vez el origen de sus artes marciales a Vajrapani o Jīngāngshǒu 金剛手, una deidad protectora del budismo. Posteriormente, ante la gran difusión del Clásico del Cambio del Tendón, los monjes adoptarían el mito de Bodhidharma como fundador del Kung Fu de Shàolín.
Pero la leyenda no sólo ha colocado a Dámó como transmisor de los secretos del Kung Fu, sino que esta misma leyenda también parece haber exagerado las habilidades marciales de los monjes del templo.
Registros sobre el monasterio de Shàolín
A pesar de que hay documentos que hablan de una temprana práctica marcial en Shàolín, según los historiadores, entre el s. VII y el s. XIII no existen fuentes escritas que den cuenta de su continuidad. En la dinastía Yuán 元 (1271-1368) reaparecen las referencias, que hablan de la habilidad de los monjes en la lucha con palo. Algunos autores posteriores hacen referencia ya a las propias técnicas de palo utilizadas por los monjes. El general Qī Jìguāng 戚继光 (1528-1588) nombra el método de palo de Shàolín en su Nuevo Tratado de Eficiencia Militar, Jìxiào Xīnshū 纪效新书; sin embargo, a la hora de exponer las técnicas de combate con palo, prefiere aquellas del general Yú Dàyóu 俞大猷. El propio Yú visitó el monasterio de Shàolín y, según él, quedó decepcionado por la destreza de los monjes. Tras realizar una demostración de sus propias habilidades, los monjes le pidieron que les enseñara pero, considerando que se necesitaban varios años de práctica, aceptó sólo que dos de ellos le acompañaran para aprender de él. Estos monjes regresaron al monasterio para transmitir el método de palo del general tras tres años de aprendizaje.
Chéng Zōngyóu 程宗猷 es otro autor que, no sólo nombra, sino que expone las técnicas de palo de Shàolín en un manual, habiéndolas aprendido él mismo en el templo, del que dice que sólo unos pocos monjes eran luchadores expertos. Otro autor, Wú Shū Zhuàn 吳殳撰, reprocha a los monjes el utilizar la lanza como si se tratase de un palo, sin conocer las técnicas propias de esta arma.
Durante la dinastía Míng 大明, la costa oriental de China sufría frecuentes ataques por parte de piratas tanto chinos como japoneses. El gobierno chino se apoyó en la creación de milicias para hacer frente a estos ataques, de las cuales algunas estaban formadas por monjes, tanto de Shàolín como de otros monasterios budistas. Se cree que fue en esta época cuando el monasterio de Shàolín fue adquiriendo su fama marcial, ensombreciendo a otros monasterios que también practicaban las artes marciales.
Templo de Shàolín en Sōng Shān.
Por otra parte, los registros históricos del propio templo no dan cuenta de las actividades de los monjes como combatientes, hecho que se cree explicar como una manera intencionada de tapar la violación de las normas budistas de no infligir daño a otros seres. La práctica de artes marciales en los monasterios como algo común parece explicarse, entre otras razones, por el hecho de que muchos artistas marciales, al igual que otros estudiosos, alquilaban dependencias en sus recintos para poder disponer de un espacio tranquilo y apartado en el que enseñar.
Otra leyenda que parece estar exagerada, a pesar de contar con base histórica, es la del rescate del emperador Tàizōng 太宗 de la dinastía Táng 唐 por parte de trece monjes del monasterio que, armados con bastones de hierro, lucharon contra todo un ejército. Esta leyenda se originó unos mil años más tarde de los hechos que pretende narrar, y lo más probable es que algunos monjes participasen en la lucha junto con el ejército del propio emperador.
La leyenda de los trece monjes que lucharon junto a Tàizōng
En el año 621, Tàizōng se encontraba en las proximidades del monte Sōng haciendo frente al ejército de Wáng Shìchōng 王世充, un general que había servido a la dinastía Suí 隋 para posteriormente deponer al último emperador de dicha dinastía y autoproclamarse él mismo como Hijo del Cielo. En un principio, la suerte pareció favorecer a Tàizōng, pero tras la llegada de refuerzos del enemigo, la balanza se inclinó de nuevo a favor de Wáng Shìchōng. Cuando todo parecía perdido para Tàizōng, trece monjes procedentes de Shàolín y armados con bastones de hierro aparecieron en escena para liderar un ataque contra el ejército de Wáng y capturar a su sobrino. Según una versión de la leyenda, los trece monjes derrotaron ellos solos a todo el ejército enemigo; y según otra versión consiguieron rescatar al propio Tàizōng que había caído prisionero.
Aunque hay bastantes registros que dan cuenta de la participación de los monjes en la batalla, la magnitud de la gesta ha sido sin duda exagerada a lo largo de los años. Parece que, en realidad, el ejército de Tàizōng contaba con bastantes más efectivos que el de su oponente. Además, algunos historiadores (Shahar, 2000) creen que la participación de los monjes en este episodio se debió, por un lado, a que Wáng se había apropiado de ciertas tierras que pertenecían al monasterio y, en segundo lugar, a la persecución de ventajas políticas, tras haber considerado cuidadosamente qué bando tenía más posibilidades de resultar vencedor.
El tomar parte en el combate no fue una decisión de la propia orden del templo, sino sólo de un grupo de individuos aislados; de hecho, la participación en asuntos políticos estaba prohibida en el monasterio. No obstante, el emperador Tàizōng quedó muy agradecido a los monjes por la ayuda prestada y, por ello, Shàolín fue el único monasterio que se salvó de la persecución iniciada por el propio Tàizōng contra la religión budista.
También planean sombras sobre la leyenda de la destrucción del templo, incendiado por oficiales imperiales durante la dinastía Qīng 清, y de la cual solamente se salvaron cinco monjes: Lǐ Shìkāi 李式开, Hú Dédì 胡德帝, Mǎ Chāoxīng 马超兴, Fāng Dàhóng 方大洪 y Cài Dézhōng 蔡德忠. Sobre la quema del templo en esta época no se ha encontrado ningún registro histórico. Tampoco se han hallado, en los registros del propio templo, los nombres de los monjes supervivientes. Esta historia parece originarse en las sociedades secretas que luchaban contra la dinastía Qīng, de origen manchú y, por lo tanto, extranjero. Los nombres de los cinco monjes figuran en los documentos del partido Hóng Mén 洪門, una de dichas sociedades, como fundadores de la sociedad secreta Tiān Dì Huì 天地會, Sociedad del Cielo y la Tierra. Estos documentos nombran también entre sus miembros a personajes legendarios y literarios, con la intención de atraer adeptos hacia su causa.
Finalmente, tampoco se dispone de ninguna referencia histórica sobre la existencia de un templo Shàolín en la provincia de Fukien (Fújiàn) 福建, del que muchos estilos de Kung Fu claman descendencia; y es posible que esta leyenda se originase también entre las ya nombradas sociedades secretas de la época Qīng. Recientemente se ha construido en la provincia de Fújiàn un templo Shàolín del Sur, para aprovecharse del boom actual del Kung Fu y del tirón comercial que el templo original, y todo lo relacionado con Shàolín, tienen en estos momentos.
Concluyendo, vemos que la historia del Kung Fu en general, y la de Shàolín en particular, están plagadas de mitos cuyo fundamento histórico es, muchas veces, mínimo. Está claro que estas historias aportan un grado de romanticismo ciertamente atrayente, y nuestra intención no es, ni mucho menos, destruir la belleza que puedan tener, pero también es cierto que han sufrido un alto grado de manipulación. Detrás de esta manipulación se esconde una intención que ha sido, y sigue siendo, atraer adeptos, ya sea en forma de partidarios de una u otra facción en el pasado, o de posibles clientes en el presente.
Por tanto, consideramos que el Kung Fu ha de ser valorado por la belleza que tiene en sí mismo, por su utilidad como sistema de defensa y por los beneficios que nos reporta, tanto a nivel físico como mental o espiritual, pero nunca por los orígenes míticos que se le atribuyen o por remontarse a un determinado linaje legendario.
Fuentes:
- William Acevedo, Carlos Gutiérrez, Mei Cheung, Breve Historia del Kung-Fu, Madrid, 2010.
- Meir Shahar, Epigraphy, Buddhist Historiography, and Fighting Monks: The Case of The Shaolin Monastery, Taiwan, 2000.