Introducción
A finales del siglo XVIII, la China de la dinastía Qīng 清 era una de las naciones más avanzadas y poderosas del planeta. Durante más de cien años, el país había gozado de un período de esplendor económico y cultural, que permitió el crecimiento masivo de la población y el florecimiento de las artes. Su cultura material y su nivel de vida eran los más altos del mundo. Como el propio emperador Qiánlóng 乾隆 escribió al Rey de Inglaterra, la nación producía todos los productos que pudiera desear y no deseaba nada proveniente de naciones extranjeras.
Qiánlóng 乾隆.
Pero esto cambiaría radicalmente en las siguientes décadas, casi de la noche a la mañana. La industrialización estaba avanzando en Europa a pasos agigantados, especialmente en lo referente a tecnología militar, y el equilibrio de poder en el mundo cambió hacia el lado occidental.
El declive de la dinastía Qīng comenzó drásticamente en las Guerras del Opio (Yāpiàn Zhànzhēng 鴉片戰爭) y se precipitó aún más rápido si cabe hasta terminar con la Rebelión de los Bóxers (Yìhétuán Qǐyì 義和團起義) y con nuevas humillaciones a manos de las potencias industrializadas de Occidente y, esta vez también, de Japón, desafiando la propia legitimidad del régimen, incapaz de adaptarse a los tiempos.
La caída de la dinastía a principios del siglo XX marcaría el final de una era imperial de más de dos mil años.
Contexto histórico
Para hablar de las Guerras del Opio primero tenemos que hablar del comercio de China con Occidente. En esa época, todo el comercio de China con las naciones occidentales estaba regulado según el Sistema de Cantón, conocido en China como yīkǒu tōngshāng 一口通商, “relaciones comerciales a través de un solo puerto”.
Este sistema, implantado en 1770, pretendía regular las relaciones comerciales con mercantes occidentales, que hasta entonces habían operado únicamente en rutas comerciales entre países de la región, y que ahora ofrecían la posibilidad del comercio directo con Occidente y con la India.
El Sistema de Cantón permitía a los extranjeros comerciar con China únicamente a través comerciantes con licencia oficial expedida por el gobierno (cohong/gōng háng 公行), que operaban en el puerto de Guǎngzhōu 廣州 (Cantón).
Pintura representando las calles de Guǎngzhōu 廣州.
Fotografía actual de Guǎngzhōu.
Cabe destacar también que en el fondo de este sistema subyacía una diferencia en la manera de entender las relaciones internacionales. Mientras que el imperio Qīng se basaba en un sistema tributario, y tenía así un concepto jerárquico de estas relaciones, los gobiernos occidentales estaban ansiosos por entablar relaciones diplomáticas con China de igual a igual, y demandaban unas relaciones al estilo europeo, a través de cónsules, embajadores y tratados comerciales.
De entre todos los productos demandados por Gran Bretaña, el té era sin duda el más importante de ellos. Desde que los británicos empezaran a consumir té procedente de China, éste se convirtió rápidamente en la bebida nacional británica.
Las importaciones de té crecieron en Inglaterra desde las 180 toneladas en 1720 hasta las 10,500 toneladas en 1800. En esa época, el comercio del té era una de las principales fuentes de ingresos del estado británico a través de los aranceles impuestos a la importación del producto.
No obstante, los intereses comerciales de ambos países eran muy diferentes. Mientras que los británicos deseaban adquirir, además del té, un sinfín de manufacturas chinas como seda o porcelana; los chinos, por su parte, no tenían interés alguno en los productos occidentales y únicamente aceptaban, a cambio de sus productos, el pago en plata. A su vez, el Sistema de Cantón impedía a los occidentales el acceso a las regiones productoras de té, donde poder conseguir el producto a precios más bajos.
En estas circunstancias, las arcas del gobierno británico se estaban vaciando de plata, que fluía hacia China desde los tres millones de onzas en la década de 1760, hasta los 16 millones en la década de 1780. Y, para compensar este desequilibrio, finalmente se decidió introducir, de manera ilegal, opio procedente de la India.
Opio
Antes de la importación de opio por los británicos, éste había estado usándose en China por más de mil años como medicamento, por vía ingerida.
La costumbre de fumar opio parece ser posterior al descubrimiento del tabaco en las Américas, apareciendo primero en Taiwán en la década de 1620 y extendiéndose desde allí a las provincias chinas de Fújiàn 福建 y Guǎngdōng 廣東.
No obstante, el opio consumido por los chinos hasta el siglo XVIII no era una sustancia pura sino adulterada con tabaco, conocida como madak (màndákè 曼達克), que poseía aproximadamente un 0,2% de morfina, y era utilizado por sus propiedades terapéuticas para aliviar el dolor y el estrés. No obstante, muchos chinos ya habían generado una adicción al madak y, en 1720, el gobierno Qīng prohibió su uso por considerarlo un problema para la sociedad.
En cambio, el opio introducido por Inglaterra era una sustancia no adulterada, con un 9-10% de morfina y un potencial adictivo mucho mayor. Su consumo producía alteraciones del sistema respiratorio; disminuía el ritmo cardíaco y ralentizaba el metabolismo. Una vez adquirido el hábito, su síndrome de abstinencia causaba calambres y temblores, escalofríos, vómitos, diarrea, náuseas y otros problemas gastrointestinales.
Hombres fumando opio.
Consecuencias del comercio del opio
A finales del siglo XVIII, la Compañía de las Indias Orientales producía opio en Bengal para introducirlo en China. Como la importación de la droga estaba prohibida por el gobierno Qīng, la compañía lo vendía a comerciantes privados, que a su vez utilizaban el beneficio generado para sufragar el comercio de la compañía en té.
La introducción de opio en Cantón aumentó paulatinamente desde los 200 cajones en 1729, llegando a los 4,500 en 1800, y se disparó al inicio del siglo XIX hasta los 40,000 cajones en 1839. Se estima que esta cantidad podía proveer a unos dos millones de consumidores.
Las consecuencias sociales del comercio del opio fueron, principalmente, una adicción generalizada, con el perjuicio a la salud que conlleva, y un empeoramiento de la efectividad de la fuerza laboral y militar de la población a consecuencia de la primera.
Aunque la adicción sobre la población general se estima en un 0,6%, su incidencia era mucho mayor en ciertos segmentos sociales. Se calcula que afectó al 10-20% de los funcionarios del gobierno central, a un 20-30% de los funcionarios de gobierno provincial y hasta cerca de un 50% entre los mùyǒu 幕友 (consejeros o asistentes privados del gobierno local).
El consumo de opio se extendió también entre los acantonamientos militares manchúes, y entre la guardia imperial y los eunucos de palacio.
La adicción al opio causaba estragos entre la población.
Pero las consecuencias del comercio del opio tuvieron también importantes dimensiones económicas. La plata que había entrado en China para pagar por el té, salía ahora a cambio del opio, a pesar de la prohibición gubernamental de exportar plata (y también, a pesar de la prohibición del mismo opio). La cantidad de plata que pagaba la droga aumentó desde los dos millones de taeles anuales en 1820 hasta los nueve millones en 1830.
Aunque los impuestos estaban estipulados en plata, los campesinos pagaban su valor en cobre. Y, al haber menos plata, aumentó el precio de ésta. Consecuentemente, la cantidad de cobre que tenían que pagar los campesinos se incrementó drásticamente, sin que por otro lado el gobierno central aumentara sus ingresos.
El mismo opio se convirtió en moneda de cambio. Los comerciantes occidentales no eran los únicos en obtener beneficio. Los mercaderes chinos también se lucraban de este comercio, así como los oficiales de policía a los que sobornaban para introducir la droga.
Se estableció una larga red de contrabando, desde la desembocadura del Río Perla (Zhū Jiāng 珠江), a través de canales, hasta el Yangtsé (Cháng Jiāng 長江) y de ahí al norte de China. Con el contrabando, la corrupción se incrementó y se extendió hasta alcanzar altos cargos del gobierno, que a menudo confiscaban unos pocos cajones de opio para aparentar hacer su trabajo, mientras dejaban pasar muchos más a cambio de sobornos.
Aunque tanto la opinión pública británica como los misioneros establecidos en China estaba en contra del comercio de opio, el gobierno británico lo consentía. Al fin y al cabo, sus beneficios pagaban por el té que producía cuantiosos ingresos a la corona.
La Primera Guerra del Opio
Ante esta situación, el gobierno chino no escatimó esfuerzos para frenar el comercio del opio. En diciembre de 1838, el emperador Dàoguāng 道光 nombró un comisario imperial para enviarlo a Cantón con la misión de acabar con el contrabando.
El Comisario Lín Zéxú 林則徐 llegó a Cantón en marzo de 1839, y realizó grandes progresos en la lucha contra el opio. Estableció sanatorios para tratar a los adictos, arrestó a miles de contrabandistas chinos y confiscó mercancías. Sus esfuerzos consiguieron crear grandes dificultades a los comerciantes británicos, que no podían vender sus cargamentos de opio incluso a precios bajos.
Lín escribió, incluso, una carta a la Reina Victoria apelando a su sentido de la moral y de la decencia, solicitándole que su país dejase de introducir opio en China. Pero Occidente quería un comercio abierto sin restricciones.
El 24 de marzo de 1839, los hombres de Lín rodearon trece almacenes occidentales, reteniendo a unos 350 rehenes hasta que entregaron sus cargamentos de opio. Frente a sus propios ojos, destruyó más de mil toneladas de la droga.
El Comisario Lín Zéxú 林則徐.
Lín intentó obligar a los occidentales a firmar un acuerdo por el cual se comprometían a no comerciar con opio y, si fuera el caso, a ser juzgados por la ley china. Éstos, que ante un litigio legal con los chinos eran juzgados hasta entonces bajo la ley británica, se negaron.
Las negociaciones llegaron a un punto muerto, y Lín bloqueó el acceso a los puertos de Cantón y Macao a los barcos occidentales, dejando a sus tripulaciones sin acceso a agua ni provisiones, para forzarlos a firmar los acuerdos.
Finalmente, la violencia estalló el 4 de septiembre, y los barcos británicos atracaron en Hong Kong 香港 en busca de provisiones. En abril de 1840, el parlamento inglés, ante la petición de los comerciantes que se encontraban en China, decidió, si bien por poco margen, el envío de tropas desde la India. Fue el inicio de la primera Guerra del Opio.
El resultado fue una aplastante derrota y una terrible humillación para los Qīng. La guerra se saldó en agosto de 1842, cuando los barcos británicos, haciendo uso de su superioridad naval y armamentística, subieron en por el Yangtsé hasta Nánjīng 南京 y amenazaron con bombardear la ciudad.
El emperador Dàoguāng tuvo que aceptar las condiciones impuestas. Lín Zéxú fue convertido en el chivo expiatorio, culpado de iniciar la guerra y condenado al exilio.
Las condiciones que los occidentales impusieron a China quedaron recogidas en el Tratado de Nánjīng (Nánjīng Tiáoyuē 南京條約), considerado por China uno de los llamados “tratados desiguales” (bù píngděng tiáoyuē 不平等條約). Entre estas condiciones estaban la cesión de Hong Kong y la apertura de los puertos de Cantón, Fúzhōu 福州, Níngbō 宁波, Xiàmén 廈門 y Shànghǎi 上海 a los comerciantes, misioneros y cónsules occidentales; la abolición del monopolio del cohong, la reducción de impuestos a los productos de exportación, el derecho de extraterritorialidad y, además, una indemnización de 21 millones de dólares de plata.
El tráfico de opio, aunque no se legalizó, continuó por todo el siglo XIX, llegando a alcanzar los doscientos mil cajones anuales.
Firma del Tratado de Nánjīng (Nánjīng Tiáoyuē 南京條約).
Conflictos posteriores
Pero los conflictos no se detuvieron tras las concesiones del Tratado de Nánjīng. En la década de 1850, mientras el gobierno Qīng estaba ocupado haciendo frente a la rebelión más cruenta de su historia, Inglaterra y Francia lanzaron una campaña conjunta que terminó con la ocupación de Běijīng 北京 en 1860 y la quema del Palacio de Verano.
Mediante estos ataques se obligó a China a firmar nuevos tratados. Por el Tratado de Tiānjīn 天津 (Tiānjīn Tiáoyuē 天津條約) se legalizó el comercio del opio, se pagaron nuevas indemnizaciones, se abrieron nuevos puertos al comercio, se forzaba a los chinos a comprar productos europeos, y se permitió a los misioneros occidentales predicar en todo el país.
Las potencias europeas obtuvieron el derecho de establecer legaciones y consulados, abrir fábricas en suelo chino, y algunas zonas les fueron arrendadas a perpetuidad.
El final del consumo del opio
Según observadores occidentales, a finales del siglo XIX, alrededor de una décima parte de la población china fumaba opio. En 1880, su importación disminuyó debido al desarrollo de cultivos locales. Su consumo continuó en China durante medio siglo y no se erradicó definitivamente hasta la toma de poder del gobierno comunista en 1949.
Fuentes:
Patricia Buckley Ebrey, The Cambridge Illustrated History of China. Cambridge University Press, 2010