El jade (en mandarín, yù 玉) es una piedra cargada de simbolismo. Es probablemente la piedra preciosa más valorada en China, y a lo largo de la Historia ha adquirido diferentes valores y significados.
Se conoce como jade a la nefrita y la jadeíta, minerales que se forman en las montañas y que son arrastrados por el deshielo de primavera hasta las planicies, donde se recogen en los lechos de los ríos. Su color varía desde el blanco apagado hasta el verde brillante, y su dureza puede llegar a superar en algunos casos a la del acero.
Desde la antigüedad se han otorgado al jade propiedades excepcionales. Considerado la esencia del Cielo y la Tierra, ha sido símbolo de poder y soberanía en la sociedad china y un medio de comunicación con el mundo de los espíritus. Durante las dinastías Shang 商(1766-1122 a.C.) y Zhou 周 (1122-249 a.C.) se fabricaban armas de jade, como hachas y espadas, como símbolos de poder. El sello imperial estaba hecho de jade y representaba el Mandato del Cielo.
En la alquimia taoísta se consideraba que el jade podía otorgar la inmortalidad. En la mitología, es el alimento de los dioses y espíritus, y los alquimistas que buscaban la vida eterna a menudo creaban fórmulas que incluían la ingesta de jade en polvo.
En la Antigüedad, el jade era un medio de comunicación con el mundo de los espíritus.
El jade jugó también un importante rol en las prácticas funerarias, pues se creía que tapando los orificios del cadáver con oro y jade se evitaba la descomposición del cuerpo. Con el mismo fin, los emperadores de la dinastía Han 漢 eran enterrados en trajes hechos con placas de jade y cosidos con hilos de oro, que cubrían todo el cuerpo.
En la medicina tradicional, el jade era considerado una panacea, y sus propiedades mágicas de curación y de comunicación con los espíritus dieron lugar a algunos rituales de curación.
Además de todas estas propiedades, el jade también representa un lenguaje simbólico:
el número, el color y la disposición de las piedras de jade llevadas por una persona no sólo solidarizan al individuo que las lleva con el cosmos o con las estaciones, sino que proclaman además su «identidad», precisando, por ejemplo, si se trata de una muchacha, de una mujer casada o de una viuda, a qué clase social, a qué familia y a qué región pertenece, si su marido está de viaje, etc. […] En este aspecto, el simbolismo se presenta como un «lenguaje» al alcance de todos los miembros de la comunidad e inaccesible a los extranjeros, pero en todo caso como un «lenguaje» que expresa simultáneamente y por igual la condición social, «histórica» y psíquica de la persona que lleva el símbolo y las relaciones de ésta con la sociedad y el cosmos […].*
El valor que los chinos otorgan al jade se expresa en dichos como “el oro es valioso, pero el jade no tiene precio”. Para Confucio, el jade representa la nobleza y la honradez. La célebre frase de un gobernante provincial de s. VI “más vale jade en añicos que teja entera” representa los valores de la nobleza e integridad moral de una persona que prefiere perecer defendiendo sus ideales que permanecer vivo habiéndose corrompido.
Una de las deidades chinas más populares es el Emperador de Jade (Yù Huáng 玉皇 o Yù Dì 玉帝), reverenciado como una de las tres emanaciones primordiales del Tao 道.
Hoy en día el jade sigue siendo un objeto importante en la cultura china, considerándose portador de buena fortuna, y es un regalo habitual en bodas o uniones familiares. Con él se fabrican numerosos objetos de joyería, amuletos, talismanes y estatuas. Se dice que “el jade necesita ser pulido para ser una gema”, ya que sólo mediante un buen trabajo de corte y pulimentado pueden llegar a apreciarse sus verdaderas cualidades.
Notas:
* Mircea Eliade, Tratado de Historia de las religiones, Ediciones Cristiandad S.L. Madrid, 1974, p. 240 y 241.