Historia del Opio en China (IV): El Final del Opio (s. XX)

Antecedentes

El opio, que había sido hacía siglos un producto medicinal, había comenzado a fumarse hacia finales de la dinastía Míng 明. Su consumo se extendió primero entre las clases altas —corte imperial, eunucos de palacio, eruditos y letrados, élites urbanas—, convirtiéndose en un producto de lujo, a menudo utilizado en entornos recreativos ligados al sexo y la prostitución. Sin embargo, no conllevaba ningún estigma social; más bien al contrario, era una marca de estatus.

Cuando, durante el siglo XIX, la reducción de su precio provocó que se extendiera a las clases más bajas de la población, comenzó a verse como un signo de debilidad y como un problema moral de la nación. Aunque, sin duda, el consumo entre las clases bajas pretendía emular la distinción de su consumo entre las clases adineradas, poco tenía que ver con éste.

En el extremo más bajo de la sociedad, los culíes (kǔlì 苦力), trabajadores en las peores condiciones físicas, utilizaban el opio para relajar la musculatura y poder seguir acarreando cargas con una mínima ingesta de comida.

El comercio de opio aceleró el drenaje de plata que sufría la economía china. Después de las Guerras del Opio, la importación terminó legalizándose y permitió entonces una leve regeneración de la economía y del ejército, mediante los impuestos a su comercio. No obstante, la abundancia de opio de cultivo local terminó mermando las importaciones.

Mientras, en Occidente se había desarrollado una imagen de China como víctima, abriendo la puerta a misioneros europeos que llegaban a China buscando salvar a las masas, con la convicción de que la mayoría de los chinos eran adictos esclavos del opio…

Si es necesario, podéis revisar los artículos anteriores para mayor detalle.

 

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Los efectos del consumo y la adicción

Se ha discutido mucho sobre los efectos del consumo de opio en la sociedad china. Los patrones de consumo variaban grandemente entre individuos y entre clases sociales, como hemos podido comprobar. Además del entorno en el que se fumaba, variaban la cantidad, la calidad y la frecuencia de consumo. También había diferencias en el consumo entre habitantes de diferentes regiones de china, con constituciones físicas y dietas diferentes. Esto conllevaba un alto grado de variabilidad en el tiempo en que se desarrollaba la adicción —entre un par de meses y varios años.

Por otra parte, muchos consumidores eran fumadores ocasionales —fiestas y eventos sociales— y nunca llegaron a generar una adicción ni se convirtieron en fumadores habituales. Otros, aunque quizá lo hubieran deseado, no tenían dinero suficiente para permitirse fumar a diario.

El opio, contrariamente a lo que a menudo se cree, no produce una compulsión infinitamente creciente; el grado de tolerancia a la sustancia, una vez alcanzado cierto punto, no sigue creciendo, por lo que el consumidor ya no siente la necesidad de seguir incrementando la dosis.

No obstante, no existe suficiente evidencia que determine los efectos del opio en la población china de los siglos XIX-XX. El consumo moderado podría haber sido beneficioso, ya que el opio servía para tratar y aliviar un amplio rango de enfermedades. La droga también se consumía, si bien por otras vías — masticada, comida en pan o galletas, disuelta en té o en cerveza, o administrada en gotas—, en otras partes del mundo, desde Persia y Turquía hasta Europa, sin que existieran generalmente consecuencias graves para la salud, incluso en consumidores frecuentes, y estos países no consideraban su consumo un problema para la sociedad.

En la India, se utilizaba para tratar enfermedades como la diarrea, disentería, malaria, asma, dolores reumáticos, etc. Consumidores habituales lo tomaban en forma de pastillas dos veces al día, en dosis crecientes hasta que se alcanzaba una cierta tolerancia, y luego la misma dosis se mantenía de por vida. Este consumo no producía efectos adversos en la salud ni en la esperanza de vida; incluso se administraba a niños recién nacidos en dosis pequeñas.

En China, algunos problemas de salud eran derivados de las sustancias con que se adulteraba el opio: desde tabaco y hierbas hasta cenizas, arsénico, mercurio, resinas, tintes, arcilla o excrementos de vaca. El opio Patna producido por los británicos era la excepción; la supervisión bajo la que era producido aseguraba un alto grado de pureza y era famoso por la consistencia de su calidad.

Por otra parte, se consideraba que el opio no alteraba el orden social, como lo hacía el alcohol. En China, el consumo de alcohol nunca supuso un problema social, pues su uso como lubricante social había disminuido en favor del té ya desde la dinastía Táng 唐.

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También se ha señalado que, cuando algunos observadores occidentales veían en el fumador de opio un adicto famélico y consumido, podían estar confundiendo los síntomas del hambre y la pobreza con aquellos de una adicción imaginada. Esto es debido a que el opio también se consumía como paliativo para aliviar dolencias y enfermedades y, como hemos visto, los culíes lo utilizaban para suprimir el hambre. Asimismo, muchos habitantes rurales, empobrecidos por las rebeliones de finales del s. XIX, habrían incrementado su consumo en tiempos de hambre.

Otros visitantes occidentales dejaron constancia de que incluso los fumadores habituales llevaban vidas funcionales, y que el consumo que hacían los chinos del opio no alteraba su capacidad productiva.

El contenido de morfina

El contenido de morfina del opio consumido en China durante esta época es difícil de determinar. El opio es una sustancia compleja que contiene azúcares, gomas, ácidos y proteínas, y docenas de alcaloides que varían en proporción y contenido.

Mientras que el contenido en morfina del madak (màndákè 曼達克) podía rondar el 0,2 %, las estimaciones del porcentaje de morfina en el opio británico varían desde el 3-4% hasta el 9-10%. Por otra parte, el opio que se importaba a Inglaterra desde Turquía habría tenido un contenido mayor, entre el 10-15%.

Es también razonable pensar que, mientras en la ingesta de opio —como en Occidente— se aprovecha todo el contenido de morfina, este contenido se desaprovechaba en el consumo fumado, ya que una parte no alcanzaba los pulmones.

Por otra parte, el contenido de morfina en la escoria (yānhuī 煙灰) era variable, ya que dependía de diversos factores relativos a la consumición del opio a partir del cual se había generado, como la duración de la sesión y el tipo de pipa usada. Cuanto más tiempo se hubiera vaporizado el opio, menor cantidad de morfina quedaba en la escoria.

Es difícil de decir qué proporción de fumadores era físicamente dependiente, y es posible que aquellos que lo eran fueran resultaran más visibles para la sociedad. Comerciantes y banqueros occidentales en Shànghǎi 上海 y Hong Kong (Xiānggǎng 香港) fumaban opio ocasionalmente, sin desarrollar compulsión por la sustancia.

A pesar de que, indudablemente, mucha gente de todas las capas sociales vio su vida arruinada por el opio, no debemos dar por sentado que la adicción fuera un problema tan generalizado como para haber destruido a los chinos como pueblo, como se ha pretendido hacer ver en ocasiones. A pesar de las tragedias personales, el problema social era más de índole económica.

 

La demonización del opio y su erradicación. Finales siglo XIX y s. XX

Hacia finales del siglo XIX, el opio había pasado de ser un lujo de las clases altas a una necesidad de la clase trabajadora. En Europa, comenzó a identificarse con la cultura china.

En Francia se popularizó la práctica de fumar opio entre administradores coloniales y oficiales navales retornados, que habían adquirido el hábito en Asia, e incluso se abrieron algunas casas de opio chinas, pero el consumo terminó en 1916 tras la ilegalización del opio y otros narcóticos.

En China, a la par que la alfabetización de la población, se desarrolló una literatura moralizante en favor de la prohibición. Esta literatura, en lengua vernácula, conjuntamente con canciones coloquiales, ayudó a la difusión del mensaje prohibicionista entre el común de la población. No obstante, quizá inevitablemente, esta literatura también inmortalizaba los placeres de fumar, al dibujar el opio como algo tan placentero que atrapaba peligrosamente al consumidor.

Mientras, la literatura y las películas en Occidente mostraban a los chinos de forma estereotipada como consumidos adictos fumadores de opio, el “hombre enfermo” de Asia. Esta imagen de los chinos como esclavos del demonio del opio legitimaba las actividades misioneras en China.

Entre los años 1906 y 1917, el gobierno de la dinastía Qīng 清 y -tras la caída de éste en 1912- el gobierno de la China republicana reanudaron sus esfuerzos por suprimir el consumo y la producción de opio.

Pipa de Fumar Opio - Historia del Opio en China (IV): El Final del Opio (s. XX)

Pipa de opio.

El cultivo de opio, al que para entonces se le dedicaban las mejores tierras —pues producía mayores rentas que el cultivo de cereal— era ya el modo de vida de una gran parte de los campesinos. Muchos agricultores vieron sus propiedades confiscadas o destruidas, y ellos mismos fueron humillados, torturados o ejecutados. Estas medidas hundieron a los más pobres todavía más en la miseria.

Con la nueva prohibición, se incrementó de nuevo el precio del opio. Como consecuencia, aumentó el crimen organizado, cuyas actividades se financiaban con la droga, y proliferaron nuevas sustancias que estaban apareciendo en el mercado: morfina, heroína y otros derivados del opio. Algunos, por desconocimiento, cayeron en nuevas adicciones en sus intentos de dejar el opio.

Surgieron nuevos patrones de consumo; las condiciones en que se consumían los sustitutos del opio eran mucho peores de aquellas en que se había consumido éste. La heroína y la morfina eran esnifadas, masticadas, fumadas o inyectadas; las agujas compartidas por los pobres causaban septicemias letales y transmitían enfermedades.

La prohibición estigmatizó a los fumadores, y las casas de opio pasaron de ser lugares respetables a convertirse en antros de depravación. Se culpó a los consumidores de opio de todas las humillaciones que había sufrido China frente a Occidente en las Guerras del Opio. Las campañas de supresión, a su vez, se vieron a nivel global como un factor de legitimidad del estado, y su fracaso —pues fracasaron en gran parte— en símbolo de corrupción.

Después de que los comerciantes británicos y occidentales dejasen de introducir opio en China, las bandas criminales locales tomaron el relevo. En Shànghǎi, Dù Yuèshēng 杜月笙, líder de una organización llamada Qīng Bāng 青幫, y conocido como “el Al Capone chino”, se convirtió en uno de los personajes más poderosos gracias al dinero del opio y la heroína. Su banda actuaba al amparo de las autoridades de las concesiones internacionales de la ciudad, y participó en la matanza de Shànghǎi de 1927, cuando el Kuomintang (Guómíndǎng 國民黨) de Chiang Kaishek (Jiǎng Jièshí 蔣介石) acabó con varias decenas de simpatizantes comunistas.

Du Yuesheng - Historia del Opio en China (IV): El Final del Opio (s. XX)

Dù Yuèshēng 杜月笙.

En la pugna por controlar China, tanto las fuerzas nacionalistas del Kuomintang como las comunistas de Máo Zédōng 毛澤東 pugnaron por controlar el comercio del opio, pues, aunque lo veían como algo inmoral y degradante, necesitaban sus fondos para sobrevivir. Durante la larga marcha de los comunistas se decía que, en Yúnnán 雲南, de cada diez hombres, once fuman opio.

El gobierno nacionalista de Chiang Kaishek elevó a Lín Zéxú 林則徐, el comisario imperial enviado por Dàoguāng 道光 a Cantón (ver Las Guerras del Opio) al estatus de héroe nacional, y las Guerras del Opio se reinterpretaron, para servir al nacionalismo chino, como una serie de ataques dirigidos a envenenar al pueblo —y a la raza— chino y reducirlo a la esclavitud.

Lin Zexu, Guerras del Opio, Opium Wars,

El comisario imperial Lín Zéxú 林則徐.

El Kuomintang lanzó un nuevo plan de supresión del opio, que obligaba a los consumidores a registrarse públicamente. Más de un millón de ellos fueron tratados en centros de desintoxicación creados por el gobierno.

A la falta de éxito de todos estos planes se sumó la invasión japonesa de China en 1937, y el opio volvió a emerger. Se reabrieron casas de opio, se sacó a pacientes de instituciones de rehabilitación y se usaban narcóticos como pago por el trabajo.

No fue hasta la toma de poder del Partido Comunista en 1949 que el opio pudo ser erradicado. La lucha fue atroz para muchos; los fumadores eran arrestados y muchos morían en celdas abarrotadas. Aquellos a los que se consideraba sin esperanza de salvación eran juzgados públicamente y ejecutados. Muchos fueron denunciados por sus propias familias.

En sólo tres años, el Partido Comunista erradicó todas las sustancias ilegales. Seguramente, no fue casual que este éxito coincidiese con la aparición en el mercado de la penicilina, en la década de 1940. Muchas de las enfermedades que hasta entonces se habían tratado con el opio, podían ahora tratarse con antibióticos, de forma eficaz, segura y legal.

También se había desmoronado, desde hacía algunos años, el estatus social que otorgaba el opio. Ya en la década de 1930, fumar opio estaba visto entre los jóvenes de Shànghǎi como algo pasado de moda. Estos jóvenes tomaron el moderno cigarrillo como sustituto en los entornos sociales en los que el opio había reinado hasta entonces.

A pesar de haber sido erradicado, el consumo de opio continuó en las comunidades chinas del sureste de Asia.

 

Conclusión

Ha sido una larga historia. A lo largo de ella, hemos visto cómo el opio surgía y florecía entre los chinos de las élites como producto medicinal y afrodisíaco, sin que existiese contrabando extranjero, y aun antes de la introducción del tabaco y de la costumbre de fumar.

Cierto es que, más tarde, el opio fue introducido por comerciantes extranjeros en cantidades crecientes. Para estos extranjeros, el asunto de la moralidad de su comercio era algo sobre lo que los mismos chinos tenían que decidir. Si los chinos compraban, ellos no tenían remordimientos en vender, pues lo hacían sin coacción.

También es cierto que el tráfico del opio no se habría dado sin demanda. Para cada comerciante extranjero que traía opio a las costas de China, había un agente chino que lo adquiría.

También hemos visto cómo el opio no supuso para el gobierno un problema social —independientemente del problema económico de falta de plata— cuando era consumido únicamente por las clases altas, y cómo empezó a tratarse como tal cuando fueron los campesinos y trabajadores proletarios los que consumían. Lo cual no quiere decir que el problema social no existiese, pues al fin y al cabo, de entre los adictos al opio, eran los pobres los que se arruinaban más fácilmente.

Finalmente, las “Guerras del Opio” es una denominación occidental. Los historiadores chinos no empezaron a usar este nombre (Yāpiàn Zhànzhēng 鴉片戰爭) hasta la época republicana, momento en que estos conflictos se redefinieron bajo el prisma del nacionalismo y alimentaron un impulso de desarrollo frente al avance de Occidente. Seguramente, el opio aceleró la caída de la dinastía Qīng, pero no fue su único causante.

Tras la estigmatización de los consumidores de opio y mucho sufrimiento provocado por la lucha contra la droga, finalmente el gobierno comunista erradicó el opio, coincidiendo con la aparición de la penicilina y loas antibióticos modernos en el mercado, que combatían las enfermedades que antes eran tratadas con opio.

Pero, después de unas décadas de ausencia, desde los años ochenta del siglo XX los derivados del opio están entrando de nuevo subrepticiamente en China…

 

 

Fuentes:

Narcotic Culture: A History of Drugs in China, Frank Dikötter, Lars Peter Laamann y Zhou Xun. The University of Chicago Press, 2004.

The Social Life of Opium in China, Zheng Yangwen. Cambridge University Press, 2012

El Crepúsculo Imperial: La guerra del Opio y el fin de la última edad de oro china, Stephen R. Platt. Ático de los Libros, 2024

Historia de China, Patricia Buckley Ebrey. La Esfera de los Libros, 2009.

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