¿Qué pueden tener en común las artes, aparentemente antitéticas, de la esgrima y la caligrafía? Exploramos la relación entre caligrafía y artes marciales.
En la cultura china, los conceptos de Wǔ 武 y Wén 文, que representan las esferas militar y civil en el gobierno del estado, son considerados opuestos pero complementarios: dos caras de una misma moneda. A nivel del individuo, estos conceptos encuentran su mejor representación en dos artes aparentemente antitéticas pero en el fondo muy similares entre sí: la esgrima (Dāo Fǎ 刀法) y la caligrafía (Shū Fǎ 書法); el arte de la espada y el arte del pincel. Por ello, a menudo los mejores espadachines fueron también grandes calígrafos.
Ilustraciones de antiguos manuales de esgrima.
Pero, ¿qué pueden tener en común estas dos formas artísticas, cuyos objetivos son tan distantes entre sí? El objetivo último de las artes marciales es derrotar al enemigo; el de la caligrafía, transmitir un mensaje de manera plástica y estética. Sin embargo, ambas son expresiones de la mente que se manifiesta en un movimiento corporal que tiende a buscar la perfección.
Para alcanzar esta perfección se necesita desarrollar calma y armonía interior. El estado mental necesario es el mismo para ambas artes; es imprescindible adoptar una actitud de desapego. Esta actitud se expresa en el concepto taoísta de Wú Wéi 無為, a veces traducido como “no-acción” o “acción sin esfuerzo”. Este concepto no debe ser entendido como la ausencia total de acción, sino más bien como una acción desapegada de los resultados que pueda producir: en este caso, el arte no debe tener otro objetivo que no sea el arte en sí mismo.
El maestro Lín Liáng Yǔ 林良宇 en Guǎngzhōu 广州 practicando caligrafía.
En la práctica, tanto la caligrafía como las artes marciales necesitan de paciencia y constancia. Es interesante citar que, en las artes marciales chinas, muchas de las técnicas, tanto de mano vacía como de combate con armas, reciben su nombre de los trazos básicos del pincel, como piě 撇 o nà 捺. No es suficiente con alcanzar un entendimiento intelectual de cómo debe ejecutarse un movimiento; éste movimiento ha de ser repetido cientos de veces hasta que es posible observar una mejora en su ejecución. Para ello se necesita práctica diaria constante. A través de la práctica, el artista ya no piensa más en cómo ha de ejecutar la técnica, sino que ésta se convierte en la manera natural y espontánea de moverse.
Cuando hablamos de alcanzar una “perfección” nos referimos a un nivel de maestría en el que no existen errores. Ni en la caligrafía ni en el combate se permiten los errores; no se puede corregir lo que ya está hecho. En un combate con armas, un error significa probablemente la muerte, de la misma manera que la tinta deja una huella imborrable en el papel, y si existe un fallo en un trazo, el rollo entero ha de desecharse. Ambos movimientos, el del pincel y el de la espada, han de ser ejecutados, pues, a la perfección. Este perfeccionamiento se consigue a través de la repetición, mediante la cual el movimiento queda “impreso” en la memoria muscular. Realizando repetidas veces un mismo movimiento, lo antinatural se convierte en natural, y un gesto que antes parecía forzado se convierte en fluido e instintivo.
En esta búsqueda de perfección las emociones juegan un papel muy importante. En la caligrafía, las emociones quedan al descubierto, plasmadas directamente en el papel, y ya no pueden camuflarse ni ocultarse de manera alguna. No está permitido retocar las líneas una vez trazadas. Tanto en los trazos del pincel como en los golpes de la espada, los movimientos necesitan suavidad, pero a la vez energía. No debe existir tensión ni flaccidez; de esta manera los movimientos serán fluidos y enérgicos. Para alcanzar este estado hay que entrenar la respiración y la postura y, sobre todo, la atención. La mente ha de vaciarse de pensamientos.
La tinta en el papel es reflejo de la propia mente. Asimismo, los movimientos de la espada son reflejo de la propia mente. Cualquier emoción que aparezca que enturbie la calma es percibida en el papel o en el combate. No debe existir duda.
Caligrafía de Lín Liáng Yǔ 林良宇. La tinta en el papel es reflejo de la mente.
Otra importante similitud entre la caligrafía y las artes marciales es el ritmo. En la caligrafía, los trazos han de seguir un orden determinado, y el pincel ha de moverse de manera fluida entre un trazo y el siguiente, de la misma manera que los movimientos del arte marcial han de encadenarse de manera rítmica y fluida. Si la atención decae, el ritmo se rompe. Ambas artes son formas de meditación en movimiento, ejercicios de mantenimiento de la atención de manera ininterrumpida. Aunque cada movimiento precisa de una velocidad determinada, ni el pincel ni la espada pueden detenerse.
En los niveles más altos de la práctica, las reglas y la técnica han de olvidarse. Ya no existen más los trazos o los golpes básicos; las partes se integran en el uno. En el combate, las articulaciones se mueven de manera coordinada como una sola pieza, es todo el cuerpo en conjunto el que produce el movimiento: las partes no existen de manera separada al todo. De la misma manera, en la caligrafía dejan de existir trazos o caracteres, y sólo existe el movimiento del pincel.
El uso de un objeto externo es también algo común a la caligrafía y al combate con armas. Se ha de concentrar la mente y la respiración para llevar el qì 氣, la energía interior, a la punta del objeto que se está manejando. De esta manera, el objeto ya no es más algo ajeno a nosotros, una prótesis, sino que se convierte en una extensión del propio cuerpo.
Manuales de Dāo Fǎ 刀法.
Todo esto se ha llamado, en términos de psicología moderna, mantener la mente en un “estado de flujo”. Este estado de flujo no consiste en un vagar de la mente de un lugar a otro, sino en que ésta no se detenga en un lugar concreto, no se apegue a una idea. Los pensamientos entran pero los dejamos marchar sin agarrarnos a ellos. Aunque el concepto es el mismo, nosotros preferimos llamarlo “vacío”, “vacuidad”. Cuando la mente se detiene en una idea, todas las demás dejan de existir. El vacío, en cambio, es fértil, es la plenitud de las posibilidades. En el combate, si la mente se detiene un solo instante en un movimiento, en una técnica concreta, las demás dejan de ser posibles y el combatiente no será capaz de reaccionar de manera espontánea al ataque de su oponente. Lo mismo sucede cuando el pincel se detiene en el papel. Espada y pincel han de ser la propia mente subconsciente.