"Hazlo; y si te da miedo, hazlo con miedo".
El miedo es una de las emociones primarias del ser humano. Como toda emoción, cumple una función esencial para la supervivencia del individuo y de la especie. El miedo nos alerta del peligro, para que podamos evitarlo o enfrentarnos a él de manera adecuada. A nivel físico, desencadena una serie de reacciones corporales que nos preparan para la huida: liberación de hormonas que incrementan el sentido de alerta, aceleración del ritmo cardíaco, aumento del flujo de sangre a la musculatura de las piernas, etc.
Sin embargo, incontables veces nos negamos a enfrentarnos a esta emoción y eludimos las situaciones que tememos. Pero habrá ocasiones en nuestras vidas en que tendremos que hacer cosas que nos provocan miedo, y que no podremos eludir. Quizá nunca podamos deshacernos de él por completo, pero sí que podemos aprender a convivir con él, sin dejar que nos condicione.
Como toda emoción, el miedo cumple una función esencial para la supervivencia del individuo y de la especie.
El entrenamiento en artes marciales es una gran forma de enfrentarnos a nuestros miedos. Desde simplemente recibir un golpe hasta aprender a utilizar ciertas armas como el palo de tres secciones o el látigo, que implican riesgo para la propia persona que las utiliza, o incluso ejecutar formas de combate con armas, en bastantes ocasiones podemos vernos en situaciones que nos atemoricen. Sentir miedo está bien, significa que no somos unos inconscientes ni temerarios. Pero no debemos dejar que esto nos impida alcanzar aquellas metas que deseamos. Es por ello que debemos acostumbrarnos a hacer las cosas a pesar del miedo, pasando por encima de él.
En estos casos el maestro o instructor tiene un papel importante, ya que es necesario que su presencia proporcione confianza y seguridad al estudiante, y ha de saber acompañar a la persona sin presionarla en exceso pero, a la vez, sin dejarla desistir.
Vencer el miedo nos aportará seguridad y autoconfianza; enfrentarse a nuestros miedos significa salir de nuestra zona de confort, y cuando esta salida se repite, esta zona de confort se expande, permitiéndonos hacer frente a nuevas situaciones de manera más relajada.
En la defensa personal, aprender a vencer el miedo es clave para adquirir eficacia. Más que la realización de una serie de técnicas más o menos efectivas, lo que nos dará mayores posibilidades de supervivencia ante una situación de asalto será la capacidad de sobreponernos al miedo, ya que esta capacidad está relacionada estrechamente con la rapidez de la respuesta que damos.
Pero saliendo del ámbito marcial, posiblemente el mayor miedo al que nos enfrentamos en nuestra vida cotidiana es el miedo al fracaso. Al fracaso en el trabajo, en una relación, en el emprendimiento de un nuevo proyecto. Muchas veces este miedo resulta paralizante y nos empuja a comportamientos poco funcionales, y lo que es peor, nos impide realizar grandes cosas y cumplir nuestros sueños.
En las artes marciales, se suele decir que un maestro es aquel que ha fracasado más veces de las que el estudiante lo ha intentado. En el entrenamiento diario, el éxito se consigue a base del esfuerzo reiterado, reponiéndose tras cada fracaso e intentándolo de nuevo, desarrollando un espíritu y voluntad inquebrantables. Porque tomamos el riesgo de fracasar, fracasamos, y porque fracasamos, perdemos el miedo al fracaso, y porque seguimos intentándolo pese a haber fracasado repetidamente, finalmente alcanzamos el éxito.
Por todo ello, el entrenamiento en artes marciales, siempre bajo la guía de un instructor capacitado, supone la adquisición de habilidades de gestión de emociones como el miedo, habilidades que no sólo son útiles en situaciones de peligro físico, sino en todas las situaciones de nuestra vida en que tengamos que lidiar con tales emociones.