El budismo es una de las corrientes filosófico-religiosas que más ha calado en el pueblo chino a lo largo de la historia, y esto es aún más destacable teniendo en cuenta que ha sido la única religión extranjera que ha tenido éxito. Siddharta Gautama el Buda fue un personaje histórico que vivió en la India y cuyas enseñanzas se propagaron por toda Asia y, en la modernidad, por todo el globo.
Siddharta nació en el s. VI a.C., en un tiempo conocido como la Era Axial, en lo que hoy en día es el pueblo nepalés de Lumbini. Hijo del rey Sudhodana y la reina Maya del clan Sakya, el príncipe Siddharta era el heredero legítimo del reino. Antes de su nacimiento, varios astrólogos y visionarios procedentes de diversos lugares fueron convocados ante el rey para predecir el futuro de su hijo. Uno de ellos afirmó que el niño estaba destinado a convertirse en el soberano más grande de todos los tiempos, o bien en un asceta cuyas enseñanzas ayudarían a todos los seres a alcanzar la liberación.
Sudhodana, deseando para su hijo un futuro como monarca, se esforzó por mantener al joven dentro del recinto del palacio, agradado y distraído por placeres terrenales y cubriendo con un tupido velo las penurias y dificultades que padecía el pueblo. Así, Siddharta fue creciendo, y destacó en múltiples disciplinas, como correspondía a un buen príncipe. Tal y como se esperaba de él, tomó una esposa, Yasodhara, y juntos tuvieron un hijo, al que llamaron Rahula. Pero un día, a espaldas de su padre, Siddharta decidió abandonar el palacio para ver cómo vivía su pueblo.
Un vidente predijo que Siddharta se convertiría en un buen monarca, o bien en un gran asceta.
Acompañado por su fiel criado Channa, se aventuró al exterior del palacio en cuatro ocasiones; en la primera, Siddharta, encontrándose con un hombre anciano, encorvado y arrugado, se preguntó qué le sucedía a ese hombre. Channa le explicó que se trataba de un anciano, y que la vejez es un estado del que nadie está exento.
En la segunda salida, Siddharta encontró a un enfermo; Channa le hizo comprender que nadie es ajeno a la enfermedad, y que todos hemos de pasar por ella alguna vez en nuestras vidas. En la tercera salida, el príncipe vio cómo un grupo de hombres acarreaba un cadáver, rodeados por la consternación de los presentes. Cuando su criado le explicó qué es la muerte, y que tampoco nadie puede librarse de ella, Siddharta quedó muy impresionado.
En una cuarta salida, Siddharta se encontró con un asceta de rostro tranquilo, e inmediatamente se sintió atraído por la paz que desprendía. Había tenido contacto con tres realidades que nunca había conocido, pero que pueden resumirse en una: sufrimiento; pero también había intuido la existencia de una forma de vencerlo. Una noche, decidido a encontrar una respuesta al sufrimiento, el príncipe abandonó el palacio, sus familiares y sus pertenencias, y se adentró en los bosques, desprendiéndose de sus vestiduras ostentosas y comenzando una nueva vida como ermitaño.
Siddharta buscó la compañía de los grandes maestros de su época para estudiar con ellos, pero pronto alcanzó sus conocimientos y, sintiéndose limitado, terminó por abandonarlos para buscar la verdad por sí mismo. Entonces comenzó una época de prácticas ascéticas, ayunos y mortificaciones corporales, junto a un grupo de seguidores. Un día, su cuerpo no dio más de sí y cayó desfallecido. Una niña lo encontró junto al río y le ofreció algo de comida y leche. Siddharta se dio cuenta así de que el maltrato del cuerpo no conduce a la liberación del sufrimiento, y aceptó lo que la niña le ofrecía. Sus seguidores lo abandonaron por haber aceptado comida y renunciado a la ascesis.
Siddharta prosiguió su camino, solo de nuevo, hasta que un día, se sentó bajo un árbol decidido a no levantarse hasta haber alcanzado la verdad. Tras largas horas de meditación y contemplación, en las que diversos demonios intentaron tentarlo, Siddharta venció todos los obstáculos y alcanzó la iluminación en Boddhgaya, India. Así pasó a ser conocido como Buda (El Despierto) y decidió compartir su descubrimiento con el resto del mundo.
Tras alcanzar la iluminación en Boddhgaya, Siddharta expuso las Cuatro Nobles Verdades en su Sermón de Benarés.
Después, se reencontró con sus antiguos amigos ascetas para compartir con ellos su descubrimiento y revelarles el Camino Medio, el que no se entrega a los placeres terrenales ni se pierde en austeridades extremas. Frente a ellos, el Buda pronunció el llamado “Sermón de Benarés”, en el que expuso las Cuatro Nobles Verdades en las que se basa su enseñanza: la verdad del sufrimiento, el origen del sufrimiento, la cesación del sufrimiento y el camino a la cesación. La primera se centra en qué es el sufrimiento y qué lo provoca: nacimiento, vejez, enfermedad y muerte; ira, miedo, envidia y deseo… La segunda traza el origen de todo sufrimiento a la ignorancia, entendida no como la carencia de conocimientos sino como el no saber vivir de forma adecuada. La cesación del sufrimiento es la erradicación de esa ignorancia mediante la comprensión; y el camino a esa cesación es lo que él llamó el Noble Óctuple Sendero: recta comprensión, recto pensamiento, recta palabra, recto obrar, rectos medios de vida, recto esfuerzo, recta atención y recta concentración.
A partir de esta simple premisa se fundamenta todo un sistema de pensamiento mucho más complejo, una auténtica “ciencia de la mente”. Tras el sermón de Benarés, se empezó a formar alrededor del Buda toda una congregación de seguidores, lo que vendría a llamarse la Sangha budista (comunidad de practicantes).
Durante su vida sus enseñanzas se propagaron por toda la India, y posteriormente sus ideas llegaron a China a través de la Ruta de la Seda.
El Buda dejó este mundo para entrar en el Nirvana a los ochenta años de edad, rodeado de una comunidad de monjes entre los que se encontraban varios miembros de su familia, entre ellos su hijo Rahula.
Representación del Buda en el parinirvana (Nirvana después de la muerte).
La enseñanza original estaba estrictamente basada en la razón y la práctica personal, en la comprobación empírica. Siddharta siempre insistió en que nadie aceptara sus palabras como un dogma, sino en que fuesen verificadas a partir de la práctica individual de cada uno, y asimismo se negó a responder preguntas sobre dios o sobre cuestiones metafísicas, por considerarlas irrelevantes para la práctica. Todo el complejo sistema de pensamiento y filosofía budistas se basan en una observación minuciosa de la naturaleza de la mente humana y su funcionamiento; el Buda podría haber sido así el primer psicólogo de la historia; un visionario que se anticipó a su época.
Sin embargo, poco después de su muerte el budismo se convirtió en una religión, y poco a poco fue centrándose en el culto y la adoración de divinidades.
Más importante aún es la postergación de la iluminación para una vida futura. Buda nunca afirmó la existencia de la reencarnación, aunque tampoco la negó, seguramente por lo arraigado de dicha creencia en la sociedad de su época. En el budismo posterior la reencarnación es una idea que no se cuestiona, y surge la idea de la acumulación de acciones meritorias, es decir, karma, con objeto de obtener una mejor reencarnación que nos acerque al Nirvana.
Posteriormente, el budismo Chan de Bodhidharma recuperará el énfasis en la práctica de la meditación, despojándose de deidades y rituales, y considerando que la iluminación se puede alcanzar en esta vida, con la práctica personal como única vía posible.
Representación china del Buda.
2 comentarios en «La Vida de Buda»
Muy bueno.
Me encanta esa nota sobre la ritualización del Budismo. Así como el separar los conceptos budistas con aquellos metafísicos y culturales que ya existían en la India y que simplemente Buda no discutió. Veo un paralelismo con Jesús en cuanto a las tradiciones metafísicas judías.
Simplemente genial.
Estoy ansioso de leer lo que publiques sobre taoismo…
¡Muchas gracias por tu comentario!
Me alegra leerte.
Así es, Buda siempre se negó a responder a este tipo de cuestiones que sus contemporáneos le planteaban, porque consideraba que no eran esenciales para alcanzar la realización, a la que se podía llegar sin importar las creencias que se profesasen.
Según él, no era el conocimiento metafísico lo que acercaba a la persona a la iluminación, sino la práctica.