Introducción:
La concepción china del más allá ha sido formada gradualmente durante siglos mezclando ideas indígenas y foráneas, éstas últimas procedentes del budismo indio. A pesar de referirse al otro mundo, estas ideas afectan profundamente la vida de los vivos y condicionan comportamientos, rituales y festividades cotidianos.
Hemos decidido dividir esta información en cuatro artículos, para hacer más cómoda y digerible su lectura:
- El Mundo de los Muertos
- Los Diez Reyes del Inframundo
- La Muerte Violenta o Muerte en Vano
- El Río del Olvido y la Reencarnación
Conforme los vayamos publicando, iremos poniendo enlaces a cada uno de ellos para que sea más sencillo navegar entre uno y otro.
En este primer artículo vamos a trazar en líneas generales la estructura del cosmos chino, y describiremos las características del mundo de los muertos, profundizando en los siguientes artículos en varios aspectos más específicos.
Antes de comenzar, es importante recalcar que las diferentes religiones chinas, a diferencia de los monoteísmos occidentales, no son excluyentes unas de otras. Las prácticas y creencias del taoísmo, el budismo y el confucianismo se encuentran mezcladas formando, en lo que podemos llamar la “religión popular” china, una amalgama a veces caótica pero también muy rica y compleja.
En esta religión popular, las diferentes corrientes se influencian de manera recíproca, comparten, intercambian y “dialogan”, a veces con mayor fluidez y otras con cierta tensión, llegando a consensos no formulados explícitamente, que les permiten coexistir en el pensamiento y en las prácticas del pueblo chino.
Espíritus, deidades y fantasmas:
Cuando una persona fallece, se convierte en un guǐ 鬼. Guǐ puede traducirse como fantasma o, incluso, demonio, pero en este caso, para no confundirlo con el concepto occidental de fantasma, sería más apropiado traducirlo simplemente como espíritu. Es decir, guǐ es el espíritu de una persona fallecida y, a priori, el término no tiene una connotación negativa o aterradora, como la palabra fantasma puede tenerla en castellano.
Cuando el alma del difunto es aplacada con ofrendas y atendida regular y debidamente por sus descendientes vivos, se convierte en un espíritu ancestral, que es benevolente y tratable por los vivos, pudiendo prestarles ayuda en determinados momentos.
Sólo cuando estos espíritus no son atendidos correctamente, bien porque no tienen descendientes o bien porque no se ha podido cumplir debidamente con los ritos mortuorios, se convierten en lo que en Occidente entendemos por fantasmas: “espíritus salvajes solitarios” (gūhún yě guǐ 孤魂野鬼) o demonios (shà 煞). Estos espíritus deambulan en la frontera entre el mundo de los muertos y el de los vivos causando problemas en este último.
Por último, los espíritus de personajes importantes, cuyo culto se extiende más allá de la propia familia, se convierten en deidades (shén 神) o inmortales (xiān 仙), y suelen habitar en el Cielo (Tiān 天).
El mundo de los muertos:
Según el pensamiento chino, el cosmos está formado por el Cielo, Tiān 天, y la Tierra, Dì 地 (también referida como Tiānxià 天下, es decir, lo que está “bajo el Cielo”).
El Cielo está habitado por deidades, espíritus de personajes importantes e inmortales pertenecientes a las tres religiones chinas, y gobernado por el Emperador de Jade (Yù Dì 玉帝).
El Emperador de Jade (Yù Dì 玉帝).
A su vez, la Tierra comprende el reino de los vivos o “reino de la luz” (yángjiān 陽間), donde reina el Hijo del Cielo (Tiānzǐ 天子, nombre con que se conocía al emperador de China) y el reino de los muertos o “reino de la oscuridad” (yīnjiān 陰間).
Otros nombres por los que es conocido el reino de los muertos son Dìxià 地下, “debajo de la Tierra”, Huángquán 黄泉, “las Fuentes Amarillas”, Yōumíng Shìjiè 幽冥世界 o, simplemente, Míngjiè 冥界, “Mundo de Oscuridad”.
Dentro del reino de los muertos, construido a semejanza del mundo de los vivos, se encuentra la sede del gobierno del más allá (陰曹地府 yīncáo dìfǔ), idea que parece ser de origen autóctono, y el Dìyù1 地獄 o “Prisión de Tierra”. Esta idea es de origen budista más tardío y equivale al término sánscrito naraka. Ambos lugares, yīncáo dìfǔ y Dìyù, coexisten o incluso de solapan en la imaginación popular.
En los siglos I y II, cuando la idea de Dìyù apareció en China, se lo ubicó en el monte Tàishān 泰山. El gobernador de esta morada de los muertos era considerado el “Nieto del Cielo” (Tiānsūn 天孫), y era el encargado de convocar el hún 魂 y el pò 魄 de cada persona2. En el monte Tài se guardaban los registros con los años de vida asignados a cada persona viva.
En el Dìyù, las almas son juzgadas y castigadas por sus actos en vida, antes de obtener una nueva encarnación acorde al karma acumulado en sus existencias pasadas. Dìyù consta de diez tribunales que juzgan a las almas y aplican castigos, conocidos como los Diez Tribunales de Yánluó (十殿閻羅 shí diàn Yánluó).
Así pues, el Dìyù es una especie de purgatorio en el que se juzga y castiga a las almas de los muertos, pero no de manera eterna. No es un infierno en el sentido cristiano de la palabra. Todas las almas pasan por el Dìyù tras la muerte, y este destino no es en manera alguna el resultado de un castigo divino.
Ya hemos hablado en otra ocasión del hún y el pò, que son concepciones genuinamente chinas. Desde la llegada del budismo al país, ideas como la reencarnación y la existencia cíclica se introdujeron en la imaginación popular, donde coexisten con otras ideas aparentemente contrapuestas.
Según la concepción budista, la muerte no es un cambio definitivo, sino una parte de un proceso cíclico de existencia, muerte y renacimiento. El más allá chino evolucionó para integrar parte de estas ideas, aunando aquellas de origen local sobre los ancestros con otras de origen budista sobre la existencia cíclica. El resultado es un Más Allá que se entiende como un lugar de residencia temporal, transición entre la muerte del individuo y su próxima encarnación, pero dotado de características y atributos similares a aquellos del mundo de los vivos.
El yīnjiān , es decir, el mundo de los muertos o reino de la oscuridad, se configura como el polo opuesto y complementario al yángjiān, el mundo de los vivos o reino dela luz. En estos términos, yīn 陰 y yáng 陽 no sólo refieren a su significado literal de oscuro y luminoso, sino que actúan en su sentido habitual como par dicotómico.
Esto supone que el mundo yīn y el yáng son relativos y se reflejan el uno en el otro. Están yuxtapuestos y en interacción mutua. Una frase popular dice que “lo que separa el yīn y el yáng es tan fino como una lámina de papel” (陰陽隔層紙 yīn yáng gé céng zhǐ).
El mundo de los muertos es, pues, una imitación del mundo de los vivos. En la imaginación popular, el mundo de los muertos es una copia más o menos exacta del mundo de los vivos, con los mismos lugares y actividades. La vida después de la muerte continúa así con la cotidianeidad del mundo conocido, resolviendo la ansiedad del ser humano por un destino desconocido tras la muerte.
La elaboración de este reino de la oscuridad fue progresiva, y a lo largo de los siglos ha ido heredando las características del reino de los vivos, incluyendo su sistema burocrático de funcionarios administrativos (府君 fǔjūn).
En el siguiente artículo, examinaremos más detalladamente los Diez Reyes o Tribunales del Inframundo, y cómo esta idea ha evolucionado progresivamente hasta quedar plenamente formada alrededor del siglo IX.
Notas:
1. Dìyù 地獄 normalmente se refiere al purgatorio por donde pasan los muertos de camino a la reencarnación, pero también se utiliza para designar los infiernos, uno de los seis reinos de la existencia budista (liùqū 六趋 o liùdào 六道). En este último caso, suele referirse también como shíbā dìyù 十八地獄, “dieciocho prisiones de tierra”, ya que los infiernos tienen dieciocho niveles. Nosotros lo usamos aquí con la primera acepción.
2. Para más información sobre estos conceptos, ver nuestro artículo La Idea de Alma y la Veneración de los Antepasados.